James siguió el consejo de Remus esa noche y salió con Lily, esas horas que pasó con la chica consiguió distraerse y no pensar en su amigo, pero cuando volvió a la habitación de nuevo lo asaltó la inquietud al encontrar a Sirius mirando melancólicamente por la ventana esa luna enorme que brillaba en el cielo eclipsando las estrellas. Sirius estaba tan preocupado como él, era la segunda luna llena que Remus pasaba solo desde que consiguieron dominar la transformación completa a los animales elegidos.
Al contrario que Peter, el cual dormía a pierna suelta, Sirius y James no consiguieron pegar ojo, los torturaba pensar cómo estaría Remus, en realidad... no Remus exactamente, sino su otra parte, el lobo que, en cierta medida, a pesar de no conservar en sí ningún atisbo de humanidad, se había ganado su amistad. Sabían que dejar a Remus solo implicaba que el lobo se vería preso en la casa, y de nuevo descargaría la ira contra los muebles y contra sí mismo, lo que significaba que Remus por la mañana presentaría heridas bastante graves, algo que no ocurría cuando ellos lo acompañaban haciendo que saliera al exterior para desfogarse.
Más de una vez intercambiaron susurros donde se dijeron de ir a la casa de los gritos para acompañar a Remus esa noche, incluso se levantaron de la cama y se vistieron dispuestos a salir, pero en el último momento la conciencia hacia acto de presencia recordándoles el ruego de Remus, aquellas palabras cargadas de pesar en las que les pidió que no fueran con él porque tenía miedo de hacerles daño. Había sido una dura decisión la que había tomado, y contravenirla significaba traicionar su confianza, por lo que James y Sirius se quedaban frente al hueco del retrato impotentes y después volvían a la habitación. Les estaba resultando duro también, muy duro.
Pero el alba llegó, como cada mañana. Los rayos de luz se filtraron a través del cristal y las cortinas magenta tiñendo la habitación de un rojo perturbador que crispó sus nervios, ya de por sí a flor de piel.
- Ya a amanecido – dijo de pronto Sirius con una voz profunda. Tal como James, él tampoco había dormido. Había estado mirando el dosel de la cama toda la noche desde la última vez que se acostaron al desistir en ir en busca de Remus – Quizá está herido y necesita ayuda.
- Dijo que no fuéramos – contestó tajante.
- Lo sé – replicó con un deje de culpabilidad – Pero... James...
El nombrado tragó saliva. Se rascó la cabeza con nerviosismo antes de dirigir esa misma mano a la mesita de noche para ponerse las gafas.
- La última luna llena a penas se hizo unos rasguños.
Sirius se sentó en el acto con una expresión incrédula.
- ¡Porque tuviste que aturdirlo! – le recordó alterado. James estuvo a punto de recordarle a Sirius por qué tuvo que aturdir a Remus, pero Sirius fue mas rápido – ¡Imagina por un momento que Snivellus no me hubiese hecho caso, imagina que, por cualquier razón, tú y yo no hubiésemos podido pasar la noche con él! – expuso muy nervioso – ¿Cómo crees que hubiese vuelto esa mañana, dado el caso?
Débil, sin fuerza, con heridas profundas en cada parte del cuerpo, casi desangrado, moribundo... Recordaba a Remus así los primeros años en Hogwarts, siempre parecía enfermo, y mucho más esos días después de la luna llena.
James suspiró girando la cabeza a un lado.
- James, – volvió a llamarlo – ya sabes que a Remus no le gusta que nadie vea lo que se hace... – Sirius mantuvo un silencio abrupto, para después rectificar la frase –: Ya sabes que le da vergüenza buscar ayuda para lo que el lobo se hace. No irá a Pomfrey, no la dejará tratar sus heridas, nunca lo ha hecho, Remus nunca ha pedido ayuda, ni siquiera a nosotros, pero no nos ha rechazado cuando se la hemos ofrecido.
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192 Lunas
FanfictionEs curioso cómo la vida actúa algunas veces, lo que dos personas incomprendidas y solitarias pueden ofrecerse al encontrarse cara a cara como son realmente. Eso fue, precisamente, lo que provocó la broma que Sirius le gastó a Severus al incitarlo a...