31 de Octubre de 1981

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Siento haber tardado, pero había asuntos que requerían mi atención y me iban a tomar unos días...

Siento presentarme con este capítulo tan triste y... me duele decirlo, pero el siguiente también será muy triste TT^TT


El coro compuesto por cada tendón cediendo, el fluir de la sangre y el crujir del hueso cuando Cumberbatch perdió la conciencia y Remus lo apretó contra el suelo subiéndose encima de su espalda fueron anestesiantes, ronroneó contra la piel sin despegar los labios a no ser que fueran acompañados de trozos de carne que posteriormente escupía. Remus se detuvo una vez que la sangre dejó de salir a chorro y dejó de escuchar los estertores causados por la respiración de Cumberbatch, que se había encharcado en sangre.

Miró disfrutando de la vista, casi había logrado arrancarle la cabeza a Cumberbatch, su cuerpo yacía inmóvil en el barro, la sangre aún manaba de su cuerpo, encharcando el claro, mezclándose con la lluvia, brillando con los rayos de la tormenta. El licántropo alzó la cabeza cerrando los ojos, degustando con placer el sabor predominante de la sangre en su boca, como un elixir para su ego, fuerza y superioridad. Ahora comprendía porqué los mortífagos mataban con tanta facilidad, era adictivo ver el miedo, olerlo... Pero matar como él lo había hecho era muchísimo mejor, algo que ellos nunca llegarían a comprender, algo que Greyback disfrutaba, y lo entendía.

La repentina imagen de Greyback activó su conciencia, siendo consciente de lo que había hecho, del modo en que había acabado con una vida por muy miserable que fuera la persona. Se apartó horrorizado, resbaló, cayó al suelo sin apartar la mirada del cuerpo de Cumberbatch, desmadejado, casi mutilado... Los trozos de la carne de su cuello estaban desperdigados por los arbustos y el suelo, su sabor en la boca le provocó arcadas, le revolvió el alma y el estómago. Lo que había hecho no tenía una razón concreta, sólo el egoísta sentido de justicia del lobo al que creía dominar, pero Remus se había engañado al pensar eso. Se equivocaba, nunca lo controló realmente, era una bestia y siempre lo sería.

Las nauseas se transformaron en un vómito rojo incesante, hasta que finalmente lo echó todo junto con las lágrimas y el remordimiento. Esa noche decidió poner fin a su reinado como alfa, devolver a los niños a donde pertenecían y retomar su misión aunque la vida le fuera en ello. Le tomó casi todo el día, pero ver a los padres reuniéndose con sus hijos perdidos hacía que se sintiera mejor consigo mismo. Le dio libertad a los restantes miembros de su manada con el consejo de que regresaran a sus hogares aunque fueran unos inadaptados:

- Vuestra ausencia tortura a alguien, aunque no creáis que es así, aunque penséis que nadie puede comprenderos mejor que un igual, vuestra familia sufre.

Y se marchó, sabía todo lo que debía, tenía la localización de las mansiones donde los mortífagos se reunían y pasaban veladas planeando o bebiendo, una de ellas era la mansión Malfoy; solían escoger las más lujosas, no significaba que el dueño de la casa fuera un mortífago, pero los rumores contradecían la buena voluntad de Remus, siempre predispuesto a suponer bien de los demás en vez de ceñirse a habladurías maliciosas. Los mortífagos hacían uso de máscaras para proteger su identidad frente a desconocidos o inferiores, no podías estar seguro de con quién hablabas realmente al recibir las órdenes y Remus no conocía a muchos mortífagos en persona, sólo a unos pocos, entre ellos el desertor Regulus Arcturus Black (del que se decía que Voldemort ya había asesinado él mismo) y Severus Snape. Cabe decir que ninguno de los dos se presentó ante él para darle instrucciones nunca, de ser así, a pesar de la máscara, habría reconocido la voz.

Había gastado parte de su fuerza en las desapariciones de un lugar a otro para devolver a los niños a sus familias, estaba exhausto, pero se desapareció de nuevo. Apareció en un bosque que no conocía, al mirar con atención el entorno se dio cuenta de que no era un bosque, sino un campo; los árboles estaban muy separados unos de otros y había un camino rural a lo lejos.

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