Víctima 25

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Habían pasado ya dos meses. Estábamos en mi super-mansión teniendo una cena en familia.

Todos reían, alegres, ricos, con la barriga llena.

Yo no.

Yo soy depresiva.

Y encima no me hacían caso.

Me levanté para ver un rato la televisión. Al encenderla, vi que estaba el telediario. Vamos, las noticias. Y lo que contemplé con aparente indiferencia me puso la piel de punta.

Estaba mi hermano en el hospital. De título aparecían las palabras: Intento fallido de asesinato contra el presidente.

La mujer que presentaba estaba en la entrada del hospital y aparecían imágenes de mi hermano con un brazo escayolado y con los ojos cerrados.

Seguro que no era más que un rasguño.

Pero como es el presidente, todo se suspende para él.

Y ya estaba harta.

No quería seguir viviendo.

Por lo que me levanté de la mesa donde todos se lo pasaban de miedo riendo, bromeando y comiendo. Y subí las escaleras havia mi habitación.

Una vez allí, tenía dos opciones:
Tirarme desde el balcón de tres pisos y arriesgarme a sobrevivir.
O morir de sobredosis. Y arriesgarme a sobrevivir.

Todo tenía contras.

¿No sería más fácil vivir?

¿Pero cómo hacerlo si todos creen que eres la hermanita querida del presidente, mimada y sin sentimientos?

Así que me tomé todo el bote de pastillas y rápidamente, como pude, fui hasta el balcón y salté.

Y nadie se dio cuenta hasta horas más tarde.

Y cuando lo hicieron ya era tarde.

A través de los ojos de las víctimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora