Víctima 48

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-¿Por qué? ¿Para qué? De todos modos me he cansado.

-¿Cansado? ¿Desde cuándo tú te cansas de algo? No me vengas ahora que me he hecho la heroína para decirme que he venido para nada -le escupo.

-Has venido por mí, Helen. Has venido porque el asesino siempre vuelve al lugar del crimen.

¿¡Cómo?!

-¡Eso debería decirlo yo! ¡Eres tú el asesino, no yo!

-Amor, tú asesinaste mi corazón.

Eso me rompe en dos. Como le había dicho a (lo siento por matarte, pero habías visto mi pistola) Noah Bones, fue por su culpa que yo le abandonara.

-Y tú el mío. Y no me vengas con estupideces, A -pronuncio su nombre con mucha, quizá demasiada, ironí-. Vámonos antes de que nos cojan.

-Helen.

-¡Por el amor de Dios, muévete! ¡Luego te disculpas, me obligas a pedírtelo, nos fugamos, tenemos sexo o lo que sea! ¡Pero salgamos de aquí ya!

-Helen

-¿¡¡Qué cojones quieres!!?

-Es demasiado tarde.

Cierto. Oigo los pasos y los gritos de los guardias, pero no por ello me dejaré atrapar.

-Escuchame. Si tú no quieres venir, no vengas. Pero yo no seré la idiota que te espere después. No seré yo quien se lamente por tu cadena perpétua o por tu fusilamiento. ¿Me escuchas? No seré yo quien sufra. Asi que, o vienes conmigo o te quedas sin mí.

Se pone en pie con mucha tranquilidad y se acerca a mí. Me besa. Por primera vez en más de catorce años, me besa.

Sin embargo, y por mucho que sufra mi corazón, me aparto y le susurro:

-Aitor, tenemos que irnos.

-Te sigo.

A través de los ojos de las víctimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora