Víctima 42

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Margarita había sido una buena perra rastradora desde su corta edad. Me dio mucha pena que perdiera la vida por culpa de un asesino de pacotilla.

-¡Quieto y las manos en alto! -gritó mi capitán.

El otro, quien creemos que se llama A, nos miró desde su alejada posición con burla e ironía.

A pesar de la distancia, pudimos oir con claridad sus palabras.

-Aún si disparan tendría yo más posibilidad de sobrevivir que todos vosotros.

Las cejas de mi capitán se movieron peligrosamente.

-Señor, no queremos herirle. Necesitamos que llegue de una pieza al juicio.

-¿Se cree usted -rió- que la supuesta justicia del tribunal o del juez va a devolver a a vida a todos a los que he matado, capitán? -Nos quedamos de piedra-. No solo lo cree usted, sino todos los que le siguen. Increible. Así nos va en la vida.

Siguió riendo.

Algún estúpido de nuestro pelotón tuvo la genial idea de dispararle un dardo tranquilizante.

-¿Quieren batalla, entonces?

-No queremos batalla, señor A -intervine-. Queremos que regrese a su celda, que evite escapar y que se enfrente con valor al tribunal.

La mirada del apuesto asesino se posaron en mi melena. Su rostro cambió a uno más suave.

-¿Tiene hermanas, señorita oficial?

Me sorprendí.

-No, y tampoco le interesa, A.

-Solo por que esto es un laberinto volveré a mi "cómoda" habitación.

Al pasar por mi lado me quedé sin respiración. Era un hombre realmente hermoso.

Fui víctima de sus encantos.

A través de los ojos de las víctimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora