Estaba tejiendo una bonita bufanda para mis nietos cuando oí un estruendo al otro lado de la puerta.
Dejé mi telar en un lado y me levanté con dificultad de la mecedora.
Wiggles maulló asustado y le sonreí como si de mi hijo se tratara.
-Tranquilo, chico.
Quité el cerrojo de la puerta y me asomé al pasillo. Me encontré con el vecino que arrastraba el cuerpo de otro hombre del que salía un rastro de sangre roja.
Mi vecino, cuyo nombre se me había olvidado, mi miró y me dirigió una sonrisa amable.
-Buenas tardes, señora Wiggles.
-Muy buenas, Brandon.
Creo que se ha rendido en lo de corregir su nombre de mis labios.
-¿Quién es ese, Noah?
-No es nadie, señora Biggles.
-¿Seguro? Parece que no lo lleva bien. ¿Quieres que os lleve alguna galleta?
-No hace falta, de verdad.
-Muy bien, entonces os las llevaré en unos minutos.
Mike rodó los ojos y siguió tirando del otro hombre hasta su departamento mientras yo cerraba la puerta y iba a mi acogedora cocina con lentitud.
Cogí un tarro donde guardaba las galletas que todos los fin de semanas hacía y cogí tres.
Salí con mi niño correteando entre mis piernas y llamé a la puerta de Luke.
-¡David! -dije levantando la voz para que me oyera.
Unos segundos más tarde Alberto me abría la puerta y me dejaba pasar. Olía muy raro, pero no me juzguéis, siempre tengo la sensación de oler raro.
-Puede irse, vecina -me apremió Oscar.
-No, no, tranquilo, Carlos, no tengo nada que hacer aparte de algo de abrigo para mi nietecito, a sí que me quedaré para ayudarte con la limpieza.
-Pero...
-Nada de peros, Rodrigo.
-Ni me llamo Rodrigo.
-Lo siento, Blake.
El chaval suspiró y cogió un bidón de... ¿alcohol?
-¿A dónde vas con eso, Luis?
-A hacer mi trabajo, ya he dicho que puede irse, señora Wiggles.
-Nono. Nada de eso.
Empecé llevando la ropa del suelo a la cesta para lavar y cogí una escoba para barrer. Oí cómo se vertía un líquido en la bañera y cómo caía algo dentro.
Al cabo de unos minutos, Joan apareció por la cocina quitándose unos guantes.
-¿Qué andabas haciendo, Sergei?
-Eliminando huellas de mis dedos. Le tiraré por el balcón y asunto cerrado.
-¿No crees que eres un poco cruel?
-No sé -dijo encogiéndose de hombros.
Percibí cómo la puerta de la entrada se abría y entró una chica joven con una chaqueta de traje en las manos.
-¡Oh!, hola, señora Wiggles.
-Hola, Elena.
Antonio rodó los ojos y tomó la chaqueta para llevársela.
Y entonces sentí mi corazón latir con fuerza. Pensé que se me iba a salir del pecho. La chica me ayudó a sentarme en una de las sillas del lugar e intentó tranquilizarme.
Mi corazón siguió acelerando la velocidad.
Oí como la chica llamaba al otro.
Escuché los pasos corriendo retumbando en mis oidos. Todo se intensificó y luego vi blanco.
Al fin iba a reunirme con mi marido.
Con mi Wiggles.
Veinte años sola habían valido la pena. Al final iba a reunirme con él.
Con el amor de mi vida.
ESTÁS LEYENDO
A través de los ojos de las víctimas
Action¿Y qué si una historia es narrada por las víctimas de un asesino o asesina que busca algo durante años? ¿Y por qué no darle las gracias a @claraguiob por la portada? ¿Y qué si no la copias, ni un poquito, siquiera, y comentas qué te pareció? ¿Deberí...