Capítulo Trece

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Austin

Han pasado tres días desde que decidí dejar atrás a Ayden. Tres días de tristeza, tres días de un completo vacío y llenos de lágrimas. ¿Cuánto tiempo podré continuar con esto? Lo veo cada vez que cierro los ojos y lo escucho cuando el silencio me rodea. Estoy hecho un auténtico caos. Mi cuerpo me obligó a necesitarlo y ahora lo he tenido que dejar otra vez. No logro desatarme de él. Prometí que volvería, pero la realidad es que no sé cómo continuar con mi vida después de esto. Soy ajeno a los sonidos que me rodean, sólo los percibo como un zumbido distante. Veo la vida pasarme demasiado lenta frente a mis ojos y siento una angustia universal.

No he sabido nada de él desde que me fui de su cabaña trastabillando. Ni un mensaje, ni una llamada. No sé de qué diablos me quejo si fui yo el que se marchó.

Caroline solía ser la primera a quién recurriría, pero se ha hecho demasiado compinche con Ayden, y no puedo ponerla en la incómoda situación de elegir. He tenido que venir a casa de Aria.

Desde la noche número uno me han pasado todo tipo de estupefacientes por enfrente de mis narices, pero afortunadamente me he controlado. Ya tengo demasiados problemas, y si me he alejado de él fue para pensar con claridad. El drogarme simplemente me hará olvidar todo por un rato, y no puedo darme el lujo de seguir retrasando todo.

Al llegar, Aria no me ha interrogado y simplemente me ha ofrecido lo único que me podría brindar una persona de su índole: drogas y una habitación en dónde dormir. De todas formas, no la culpo. Es su manera de estar ahí apoyándome. Nunca se le ha dado bien por dar consejos, puesto que ella es la que más los ha necesitado durante toda su vida.

Me incorporo y cruzo las piernas en la cama mientras quito el edredón de un tirón sintiéndome mareado. La habitación de invitados está alejada del living pero aún así todavía me cuesta respirar en este sitio. El humo de cigarrillo ha contaminado cada recoveco del apartamento, y honestamente no sé cómo alguien puede vivir aquí dentro. Estiro un brazo y cojo mi móvil desde la mesita de luz para visualizar la hora: 6 A.M. Lucas no tardará mucho en levantarse para ir al trabajo, y la verdad es que admiro su fuerza de voluntad. Ha consumido en un rato más de lo que yo he consumido en una semana y todavía puede levantarse fresco como una lechuga tan temprano por la mañana.

De repente, mi móvil comienza a sonar y me obliga a salir de mi ensoñación. El número que aparece en la pantalla me entristece un poco, puesto que no es el que tanto anhelaba leer. En su defecto, es una serie de unos diez números que nunca había visto en mi vida.

— ¿Sí? —contesto con la única voz que se puede tener cuando recién te levantas y has llorado la noche entera.

— ¿Austin?

— Sí, soy yo. ¿Quién habla?

— Leila. ¿Te acuerdas de mí?

¿Leila? No me suena ni de coña.

— Solíamos compartir la clase de Collins, ¿recuerdas? Tú, yo y Ayden.

Escuchar su nombre se siente como una patada directa en el estómago.

— Oh, Leila. Ahora lo recuerdo. Disculpa, es que recién me levanto. No pienso con mucha claridad a esta hora.

— Siento haberte despertado. Cuando me levanto temprano creo que todo el mundo también lo hace.

Se escucha una risa nerviosa y me apuro por contestar.

— Descuida, ya lo había hecho antes de que llamaras —contesto mientras me levanto de la cama—. ¿Cómo has conseguido mi número?

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now