25. "Recordado"

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Creo básicamente que mi cara ha de ver estado en todos los modos posibles. Sorprendida, emocionada, avergonzada, melancólica. Jamás me habían dicho palabras tan dulces. Puede que no sean de lo más bonitas o poéticas para algunas personas pero para mí eran muy especiales. Sobretodo porque a veces uno se acostumbra al dolor y al ver a alguien tratándote de buena forma, hace que todo se vea absolutamente extraño.

-Hmmm....gracias.-reí. -No se qué decir. -reí de nuevo. -En verdad gracias. Muy lindas palabras.

-No digas nada. -me dedicó una sonrisa y entramos al lugar.

Aquel restaurante era uno de los más caros del país. Sabía de él gracias a Lily que me informaba siempre cada detalle de la ciudad. Prácticamente solo iban celebridades y gente con mucho dinero. El ambiente era espectacular, las mesas se ubicaban en un gran balcón donde se podía apreciar Londres. Tenía bastante alumbramiento, con orquesta y comida bufete que se veía exquisita.

-Es demasiado precioso. -le dije apenas nos sentamos. -¿Cuánto te costó la reservación?

-¡No preguntes eso! Tu sólo pide lo que se te antoje. Aunque por lo visto ya pegaste un ojo al bufete.

-Buenas noches, bienvenidos. ¿Desean que tome su pedido? -el mesero llegó a nosotros.

-El mejor vino que tenga, por favor. -el desconocido señor asintió y se retiró.

Nos paramos y fuimos a escoger nuestra comida. Por primera vez quise comportarme como una dama y cogí una pequeña ración de tres cosas. No por el "qué dirán" de las demás personas al verme comer bastante, sino porque quería que esa noche sea distinta y cada detalle sea recordado.

-Está muy rico. -dijo Oliver después de dar su primer bocado. -Ah y no te preocupes por el vino. No es muy amargo como los otros, es suave y con una copa no te desenfrenas.

-¿Ya has venido?

Lo pensó un rato y dando mirada hacia el gran postal que teníamos a nuestro costado, con el cuchillo y tenedor en mano respondió: -Sí. Cuando era de festejar algo familiar, mi papá nos traía acá, desde muy pequeños. Y la última vez pedimos este preciso vino. -lo cogió y observó como si estuviera recordando aquel día. -Por eso obtuve un descuento y te pude traer. Eres la primera persona que traigo a solas, espero que te sientas cómoda.

-Sí. -sonreí y acaricié su mano.

De todo el problema que cargaba Oliver, lo que más me molestaba era la inocencia de sus hermanos, al creer a su padre que lo mandó específicamente a él a un viaje en crucero. Cuando él se estaba despedazando por dentro y no tenía lugar para dormir. Y bueno, su madre también se comía ese cuento. Aunque el padre no era el villano de esto, ya que él estaba creyendo otra falsa historia.

-¿Pedimos postre? -hice una mueca negando. -Amelia, tú amas los dulces y jamás te resistirías a uno. Voy a pedir mi favorito para que lo pruebes.

Sí, me conocía muy bien. Era un riquísimo cheesecake de frambuesa. Lo malo son las porciones, dan poquito al ser tan sabroso. Tenía una pizca de algo que hacía tenga distinto sabor.

Luego del postre comenzamos a charlar y de cada tema pasábamos a otro sin que llegue a su fin. Es lo valioso de tener confianza con tu pareja. Puedes hablar de lo que sea sin ninguna molestia.

-¿Y lo superaste sin psicólogo?

Mi vida colegial no fue tan buena. Tuve baches que incluían baja autoestima, la economía de mis padres y ansiedad. Pero los testimonios, el apoyo de mis padres y la fortaleza de Dios fueron los que me impulsaron a formar la persona que soy hoy en día.

-No fue fácil, pero sí. -suspiré. -Sabes, no me quejo porque gracias a eso soy tan independiente y auto suficiente.

-Amelia, conmigo va a ser diferente. Voy a tratar de hacerte muy feliz, lo prometo. No tengo la menor idea de porqué me comporto como si nuestra relación fuera de años cuando apenas vamos meses. Aún así siento plenamente que tú eres la mi persona ideal.

-Tal vez porque ya nos conocíamos de hace mucho y jamás nos dimos una oportunidad.

Eran 11:00 p.m. y Oliver decidió pagar la cuenta para regresar a casa sin antes haber bailado una canción en la pista conmigo. Le rogué cinco veces hasta que con un puchero aceptó. A mi sí me gusta bailar varios tipos de música, pero no frente a todos. Oliver igual.

-Falta un perreo intenso aquí. -bromeó.

-Estás loco. Esas canciones sí son bien feas. Lo que falta es una salsa. Marc Anthony.

-Yes! -me dio una vuelta. -Por lo general, en los hoteles o restaurantes lujosos parecidos a este, siempre ponen algo lento como para viejitos. Mi abuelo ni en bastón viene.

-Me hacen acordar a los que tocaban en la película Titanic cuando el barco se estaba hundiendo.

Reímos sin parar, bailamos, cotilleamos y sin darnos cuenta ya había pasado media hora. Bajamos por las escaleras y en la entrada nos encontramos con Axel. El buen amigo que destruyó la relación familiar de Oliver.

El mejor reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora