2."Viene hoy"

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Llegué al colegio, y caminé hasta el curso, me senté silenciosamente y abrí un libro que me habían regalado mis padres hace unos días. Por más que quisiera no encariñarme con él, lo estaba haciendo, y mi odio-amor hacia Nicholas Sparks estaba aumentando. Era un excelente escritor, pero a veces se sobrepasaba con ciertos capítulos o incluso finales.

Mientras más pasaba las hojas, más compañeros llegaban. Levanté la mirada y me encontré con Sabrina dirigiéndose hacia mi puesto con cara de satisfacción.

-¡Vaya! ¿y esa cara? -le dije con una gran sonrisa.

-Si te cuento, créeme, vas a morir. -me dijo asentando la mochila en su asiento.

-¿Bueno o malo?

-Para ti, buenísimo. -reí e hice un ademán para que continuara. -Oliver viene hoy al colegio y se va a quedar toda la tarde en la ciudad. -dijo sentándose a mi lado.

En pocos segundos mi expresión se tornó sorpresiva. Él volvería. Después de tanto tiempo lo iba a ver. Después de tantos días, meses, años.

-¿Cómo sabes?

-Ayer mientras le preguntaba de la foto, le dije que cuando venía y me dijo que hoy.

-Ah, igual no me importa. -dije mirando hacia otro lado.

-¡Uh, si! Eso a mi no me lo puedes negar, se nota que te mueres por verlo. -me dijo en tono de burla, y es verdad, yo moría por verlo.

-Más o menos. Aunque no pienso acercarme a saludar. Él fue muy ingrato con todos sus amigos de la infancia.

-¡¿Qué?! Bueno sí, tienes razón. Pero es tu oportunidad. Tienes que hacer que te vea. -la fulminé con la mirada. -Ok, mejor no hablemos.

Asentí y luego cada una nos ubicamos en nuestros respectivos asientos para atender la clase; las cuatro primeras horas se pasaron volando. Seguramente por ser de inglés, esa materia se me pasa como el canto de un gallo. Sonó la campana para salir al receso y mis emociones se alborotaron.

-¿Qué vas a comer? -me dijo Sabrina bajando de las escaleras.

-Aún no sé, no tengo tanta ham...-pero algo me interrumpió, Oliver. Se ubicaba en el pasillo de abajo reunido con nuestros viejos amigos.

Había mucha mejor apreciación en vivo que en fotos. Tenía un cambio 360. Su cabello había crecido, por lo tanto mantenía un nuevo corte, muy masculino. Su estatura era mucho más alta de lo que había pensado. Estaba flaco y por la camiseta se notaban sus músculos marcados. Sus labios y nariz no habían cambiado al igual que su sonrisa, era la misma, esa hermosa sonrisa que hacía que se le achinaran los ojos.

-¡¿Amelia?! No me has dicho nada en todo el camino, ¿Qué pasó? -me dijo Sabrina sacándome de mis pensamientos, y sin darme cuenta, ya habíamos llegado al bar de comidas.

-¿No te diste cuenta? Oliver estaba en el pasillo de abajo.

-¡¿En serio?! ¿Por qué no me dijiste? Para irlo a saludar. -dijo mientras hacíamos cola para comprar nuestra comida.

-¡¡Estás loca!! Ya te dije que no. -le dije cogiendo mi comida para luego dirigirnos a las mesas.

-Ni que fuera la gran cosa. -la miré mal. -¡Es broma! Cómo sea...vamos a las canchas, tengo ganas de caminar. -dijo levantándose de su silla.

Terminé de comer mi dulce, era una dona de chocolate exquisita, y nos paramos con dirección a las canchas. Mientras llegábamos lo vimos, Oliver estaba allí, jugaba fútbol con nuestros compañeros. No sé como le habrán dado permiso para estar dentro del colegio, siendo no parte de ello, pero estaba.

-Sabrina regresemos por favor. -le dije susurrando antes de llegar.

-Tu dices que lo extrañas, que los quieres ver, y a la hora, te arrepientes de todo.

Aún no quería verlo, no quería saber su reacción al vernos. Más que todo, porque sabía que nos ignoraría. No sé el motivo pero cuando eran fiestas de personas desconocidas e íbamos todos, él no nos prestaba atención alguna.

-Igual ya va tocar la campana, vamos avanzando.

La campana sonó y nos dirigimos a nuestra aula. Las dos últimas horas de física fueron las más lentas de mi vida, contando todas las actividades y deberes que nos mandó. Llegó el momento de regresar a casa y empecé a listar mis útiles.

-Hoy te llamo para que me ayudes en la tarea de física, contestarás. -me dijo Sabrina al bajar las escaleras.

-Claro, pero llamarás temprano. -le dije por el pasillo de abajo.

-Está bien. Te dejo porque mi carro ya se va, chao. -se despidió con un gesto mientras se iba y yo le respondí con el mismo.

Luego seguí con mi camino hacia la puerta de salida bien campante, con la satisfacción de que llegaré y me prepararé un delicioso plato. Los viernes mi mamá no me compraba almuerzo ya que según ella me estaba acostumbrando para cuando viva sola. Al llegar a la salida, en un determinado segundo mi mirada se alzó encontrándome con los ojos de Oliver. Caminaba por el pasillo pero venía en sentido contrario, hacia mi lado izquierdo. Nuestros ojos no se despegaban. Sus ojos, los recordaría en cualquier parte.

Hubo un viento pasajero y por un instante ningún ruido se escuchaba, ni las bocinas de los carros ni los gritos de los estudiantes. Lo peor es que nadie fue capaz de decir siquiera "hola" en ese momento para evitar la incomodidad. Mi sonrojo se fue notando, así que vi hacia otro lado para que no se diera cuenta, y me fui corriendo hacia mi transporte, sin esperar a que su intención de saludarme llegara.

El mejor reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora