Desperté y me conmoví al sentir un brazo cubriendo mi cintura. Volteé, vi la cara de Oliver y suspiré aliviada. Aún no me acostumbraba a su presencia en la casa cada mañana. El largo tiempo en soledad me ha marcado mucho, pero de buena manera. Te vuelve auto suficiente y por eso el hecho de que una persona salga o entre de tu vida no te afecta. Aunque valoras demasiado las que entran y se quedan, porque conocen todas tus facetas y sabes que ningún mal les harías o viceversa.
-Buenos días princesa.
-Buenas tardes dirás. Es medio día. -lo miré y estaba con ojos chinos por las lágrimas que había regado la noche anterior. -Hice pancakes porque sabía que preferirías un desayuno.
-¡Qué rico! Gracias. -se sentó en la mesa. -¿Y la risa, por qué?
-Mírate en el espejo. -fue al baño y regresó. -Ya te pongo hielo.
-Es lo que tú me causaste. -me paré, puse cubos de hielo en una blusa y se los pasaba por el contorno de los ojos. -Se siente fresco. -enrolló sus brazos en mi cintura.
-Listo. -saqué los restos del hielo.
Oliver seguía con los ojos cerrados y no me soltaba. Decía que le ponga más hielo pero ya no había.
-¡¡Suéltame!! -me quejaba y reía a la vez. -Me vas a hacer enojar. Y ni siquiera como, así que me pongo peor.
-Te suelto pero si me das el beso de buenos días. -sonrió como perrito satisfecho con su comida.
-No, después de comer. -estaba a punto de soltarme pero me cogió de nuevo y apretó más fuerte.
Le suplicaba y se hacía el sordo hasta que me enfurecí, golpeé su brazo y conseguí escapar. Le hice una expresión malévola y al instante comenzó a corretearme por toda la sala. Entre risas recorrimos cada centímetro de la casa. Desordenó algunos cuadernos, botó unas blusas, regó el jugo del desayuno y con la quiebra de un vaso nos decidimos a detener.
-Me lo pagas ¿eh? -dije rejuntando los vidrios. -Estoy cansada, ya en serio quiero co...-agarró mi mandíbula con una mano y al segundo me dio un beso en los labios.
-Ahora sí, vamos a desayunar.
Por suerte el vaso no era de esos para colocar café porque o sino ahí si no le hablaba en días. Mis tazas de café o té son una de mis maravillas. De hecho, los utensilios de cocina en general lo son.
-¿Vas hoy al gimnasio? -preguntó Oliver con su boca llena.
-Sí, pero sola. Lili tiene que ayudarle a su hermana en unos asuntos y no le alcanza el tiempo. -respondí al darle un sorbo a mi café.
-Te acompañaría pero hoy me reuniré con Diego para hacer tareas. -tocó mi mano para que lo viera. -Estarás pendiente a mis llamadas. Regreso en tres horas.
-Apenas es a dos cuadras, no me va a pasar nada. Y no es la primera vez, casi siempre voy sin compañía.
Terminamos de desayunar y Oliver salió a casa de su amigo. Lavé los platos y fui a cambiarme. Uno de mis propósitos es llenar mi clóset de ropa deportiva, pienso que eso motiva más a uno a hacer ejercicio. En dos meses tal vez lo haga porque ahorro el monto suficiente para comprar un par de prendas.
Después de ponerme unos leggins negros, blusa púrpura y zapatos deportivos negros, salí a entrenar con un bolso que tenía dentro una botella con agua, toalla pequeña y demás accesorios femeninos. Como es sábado, normalmente hay poca gente. Empecé diez minutos corriendo para calentar los músculos, hice ejercicios con pesas para piernas y luego de media hora me senté a tomar agua en el piso.
-¿Cuántos tiempo llevas aquí? -un hombre de contextura normal me preguntó. Primera vez que lo veía en el gimnasio.
-Dos meses. -me paré a hacer bicicleta y el fue detrás mío.
-¿Y si has notado cambios? -me observó de pies a cabeza. -Por lo visto sí. -lo miré mal. -No te enojes, es que quería ver si podrías ser mi coach o algo así...ya mismo son vacaciones y ya sabes, quiero ponerme en forma.
-No creo que pueda. Conozco de ejercicios y alimentación pero no tengo un título en esto. -me senté en la máquina. -Necesitas chequearte con un experto.
-Es que no tengo mucho dinero para eso. Tan sólo me guías con lo que sepas...no seas mala.
-Pero puede que mi método no te funcione. Cada cuerpo es distinto.
-No importa, te obedeceré de igual modo.
Me quedé veinte minutos más para darle consejos y algunas instrucciones para que vea mejores resultados en sus músculos.
-Mañana recibo más clases. -me aclaró cuando estaba saliendo para la casa. -¿Te llevo en mi carro?
-No, gracias. Vivo cerca y prefiero caminar.
Aquel chico que no conocía su nombre terminó convenciéndome, tenía cara de persona tranquila. Estaba en la esquina de mi casa e iba a decirle que me deje ahí. No quería que conozca mi casa un desconocido.
-Por aquí no más, gracias. -buscaba las llaves en el bolso. -¡Ay no, dejé el teléfono en mi casillero! -seguí rebuscando y las encontré. -Ya no importa, toca ir a verlo más tarde. Adiós, gracias.
Mi pie derecho iba a tocar suelo pero un hombre encapuchado apareció del asiento trasero y jaló todo mi cuerpo adentro del carro a la fuerza. El chófer cerró la puerta y arrancó a toda velocidad.
Sentí un pinchazo y la debilidad se apoderó de mí. Abrí los ojos pero veía todo oscuro. No podía ver ni decir nada. Ambos hombres ataron mis manos y pies. Lo único que hacía era llorar porque si gritaba moría. El llanto en silencio permitía la liberación de aquella tensión. Porque el terror de no ver más a mis seres queridos estaba consumiéndome.
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El mejor reencuentro
RomansaSu vida siempre ha sido muy particular, sin mayores sorpresas. Una adolescente que trata de enfocarse únicamente en sus estudios. Pero en cuánto al amor, ha tenido sentimientos por un sólo chico. Mientras que él sólo se preocupaba por si mismo y la...