26. "Consciencia"

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La furia de Oliver empezó a notarse en su rostro. Sus puños estaban cogiendo forma y mis nervios estaban elevándose.

-Mejor vamos rápido a casa. Tranquilo, ¿si? -sobaba su brazo para que se calmara y no se forme un escándalo en plena puerta de entrada.

-¡Hijo! ¿cómo estás? ¿cuándo llegaste de viaje? ¿por qué no me has visitado?-la mamá entró sorprendiéndonos a ambos. Le siguieron sus dos hijos más.

-¿Qué haces aquí? -dijo el padre confundido.

-Mamá tengo que irme. Otro día hablamos con calma. -le dedicó una sonrisa falsa y dio un beso en su frente.

-¡¡No!! Quédate en la cena que vamos a tener. Es un poco tarde pero no podíamos dejar por alto el aniversario de la empresa.

A Oliver le quedaba romper su orgullo y juntarse con su familia. No se puede evitar tener compasión a una madre, sea cuál sea la situación.

-No creo que pueda, mej...

-Sí nos quedaremos, no se preocupe. Hasta mientras suban, ya los alcanzamos.

Ellos subieron donde se encontraban las mesas y yo me quedé con Oliver para convencerlo y calmarlo un poco.

-¿Por qué les dijiste eso? ¡No quiero verle la cara a mi padre, ni mucho menos a...!

-Sí a Axel. Pero trata de tranquilizarte. Hazlo por tu mamá, por ella y tus hermanos. Tan sólo comemos y nos vamos. -lo abracé y su tensión se fue estabilizando.

La mesa era de ocho sillas. Oliver y su padre iban en cada extremo. Yo estaba al costado derecho de él, a mi lado estaba su hermana de doce años y al costado izquierdo de Oliver estaba su hermano mayor. A los lados del padre estaban la madre y Axel, el actual jefe de la empresa. Sobraba un espacio en el que ponían sus carteras.

-Hermanito ¿a qué hora llegaste al aeropuerto?

-Isabella, no se habla mientras comemos. -la reprendió el papá.

-Siempre conversamos de temas familiares en la mesa. -Oliver miró a Jason, su padre. -Llegué hoy en la mañana. -sonrió a su hermana.

-¿Y ella es la chica de quién tanto hablabas? -su madre le dio una mirada picarona.

-¡Siempre con eso, mamá! -todos rieron. -Sí ella es. Oficialmente mi novia.

-Los felicito. Sigan juntos adelante. -Axel se refirió a nosotros.

-Gracias. -respondí en seco.

-¿Te enteraste del robo que hubo en la empresa? Perdimos más de cinco mil dólares. -preguntó el hijo mayor.

Dejé de prestarle atención a mi plato y vi el rostro enfadado de Oliver. Michel, su hermano, estaba esperando respuesta.

-Sí y sé quién fue. -soltó el tenedor. -De hecho, Axel sabe más del tema. -lo señaló. -Cuéntales.

-Ahora no, Oliver. -Jason lo fulminó con la mirada.

-¡No, él tiene que decirles la verdad!

-¡¿Qué hablas?! Tú más que nadie sabe quién fue. Y yo de ti mejor me concentro en mi plato y dejo de hablar incoherencias.

-Estoy hablando en serio. -se paró y todos empezamos a asustarnos. -Papá, el hombre que está a tu lado es el culpable de la pérdida del dinero. Me hice responsable de eso porque fui amenazado. Tengo pruebas si no me crees. -se acercó a Axel y yo lo seguí para detenerlo. -Ya no te tengo miedo. Ahora estoy más que convencido que mi consciencia está completamente limpia.

Oliver enredó mis manos con las suyas y miró a su madre.

-Perdónenme por arruinar esto pero tenía que decirlo. Y papá...-lo miró. -Esto no es contigo, es con tu ceguera que no te deja ver lo que está pasando alrededor tuyo.

Bajamos y Oliver no pudo contener las lágrimas en el carro. Tocaba con ligereza su hombro. No le conversaba nada porque supuse que él deseaba tan sólo desfogarse llorando.

-Acompáñame a ver unas chelas. Necesito desvelarme, desconectarme del mundo por una noche. Olvidarme que mi padre...desconfió de mí alguna vez.

-Ya pero antes pasamos por un lugar. Te voy indicando la dirección.

Lo iba a llevar a un sitio muy especial. Probablemente él ya lo conocía y si es que no, aún mejor. Era un parque muy alumbrado que poca gente lo visitaba. Y me encantaba precisamente por eso y por la buena vibra que emanaba. Tenía muchas flores, árboles, algunas bancas y una pileta en medio. Lo conocí gracias a una mañana que decidí correr al aire libre. Perdiéndome en todo Londres, lo encontré. Y jamás pensé que se volvería uno de mis lugares favoritos.

-¿Es aquí, segura?

-¡Ajá! -abrí la puerta para salir. -¿Qué esperas? Ven.

Se bajó medio aturdido y me siguió. Pisé el césped y un profundo viento pude sentir. Me acosté y lo llamé.

-¿Cómo conoces este parque?

-Ay, sólo ven. -se sentó a mi lado. -Cierra los ojos y respira profundo. Imagina que estás sólo y los problemas no existen. Que la vida no depende de las cosas materiales ni de nadie. Que tú tienes el control de la verdadera felicidad. Y que en este mundo no hay ningún ser humano más que tú. -se acostó y cogió mi mano. -Date cuenta que eres ese ser vivo que vale la pena y merece que lo traten como lo valioso qué es.

-Amelia, espera...

-Y no debe pasar tristezas o amarguras porque total moriremos y al final de tus días te darás cuenta que en esta vida todo pasa, todo sana y sobretodo cambia.

Oliver echó en llanto y me abrazó. Mi intención no fue esa, fue que viera la paz que se puede encontrar sin necesidad que cosas vanas. Puedes conectarte contigo mismo y tener una perspectiva distinta.

-¿Estás mejor? -le dije en cuánto pare de escuchar su llanto. Él asintió. -¿Si ves? ¿Necesitaste de algo? ¡No! Tú eres tu propio refugio.

Se rió y me puse de lado para verlo. Sus ojos estaban rojos.

-¿De qué te ríes? -acariciaba su cabello.

-¿Tienes otra profesión oculta aparte de las veinte que me has demostrado? -reímos y luego nos miramos fijamente. En silencio movía los mechones que se ponían en mi cara. -No quiero perderte ni en esta vida, ni en la que supuestamente iba a estar solo. Amelia, no quiero perderte nunca.

El mejor reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora