Una idea para el cambio

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Emma se despertó, y lo primero que percibió fueron los brazos de la alcaldesa a su alrededor. Suspiró de gusto y se acurrucó un poco más contra ella. Al sentir una mano acariciar su cabeza, comprendió que la alcaldesa no dormía. Se separó dulcemente de ella y se sentó en la cama.

«¡Ay!» resopló ella al notar todo su cuerpo dolorido

«¿Qué te ocurre?» dijo Regina acercándose rápidamente a ella

«Me duele todo. No es nada»

«¿Es así todo el tiempo?»

«No, incluso con él raramente después me duele. Ayer estaba...Perdón» dijo ella dejando de hablar «Sé que no tienes ganas de escuchar esto»

«No Emma, yo...si tú necesitas hablar, yo estoy aquí»

«Todo está bien»

Emma intentó levantarse, pero su cuerpo dolorido no estaba por la labor.

«Espera, no te muevas. Quédate acostada, hoy me ocupo yo de todo. Voy a pasar por la oficina y cogeré trabajo para traerlo a casa»

«No estás obligada»

«Quiero hacerlo Emma»

Regina depositó un ligero beso en su frente y la hizo acostarse antes de arroparla.

«Si realmente te molesta que quiera ocuparme de ti, dímelo, pero si tú lo deseas, entonces, déjame hacerlo»

Emma sonrió dulcemente y bajó la mirada.

«Para ser sincera...me gusta esto, que te ocupes de mí. Siempre tengo que soportar el después sola, pero me estoy dando cuenta de que es bueno tener a alguien para mí. Nunca he conocido eso» respondió ella tímidamente

«Ok» dijo la alcaldesa sonriendo «No tardaré»

Una hora más tarde, Emma, sin poder conciliar el sueño, se puso ropa ligera y bajó las escaleras. La casa estaba silenciosa y la joven prostituta se sorprendió al echar ya de menos a la alcaldesa. Vio un rato la televisión y se precipitó al hall cuando escuchó un ruido. Se dio de frente con Regina que volvía con los brazos cargados.

«¿Todo esto es trabajo?» dijo ella ayudándola con los clasificadores.

«Entre otras cosas. Déjalos en mi mesa y únete a mí»

La rubia así lo hizo y la encontró en la cocina sacando las cosas de sus bolsas.

«He comprado algo para curar tus morados» dijo ella tendiéndole una pomada «No sabía qué hacías en estos casos, así que he pasado por la farmacia. Pedí consejo, y me han dicho que esa pomada es genial. No te preocupes, dije que Henry se había caído jugando»

Emma tomó el tubo y lo miró un momento. Mary Margaret hacía mucho por ella, era su mejor amiga, como una hermana. Pero nadie se había ocupado tanto de ella como lo hacía Regina. Nunca había tenido la sensación de que alguien se preocupara tanto por ella, y de que quisiera sinceramente mejorar su vida.

«¿He hecho algo que no debía?» preguntó Regina de repente inquieta. Se dirigió hacia Emma y tomó su mano en la suya «Emma, háblame, ¿he sido torpe? ¿Te gustaría que no mencionara nada?»

La inquietud en la mirada de la morena encogió el corazón de la joven que no pudo evitar que algunas lágrimas se derramasen. Movió la cabeza y sonrió, pero ella no conseguía pronunciar una palabra.

«¡Oh, Dios mío, Emma! No creía...solo quería...te dolía»

«No, no Regina» dijo ella secándose las lágrimas «Te lo agradezco, es tan...Solo estaba pensando que quizás...no me consideres como una vulgar puta. No me habrías comprado esta pomada si fuera una simple prostituta para ti, ¿verdad?»

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora