Problemas de luz y caricias de adultos

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Henry se había quedado dormido delante de la tele y Regina lo llevó a su cama. Le puso el pijama, lo metió entre las sábanas y lo arropó. Acarició durante unos minutos su rostro y le dio un beso en la frente. Se disponía a salir cuando una débil voz adormilada la retuvo.

«¿Crees que Emma también me quiere a mí?»

Ella se arrodilló y comenzó a retirar su flequillo.

«Estoy segura Henry»

«¿De verdad?»

«Sí, cariño. ¿Quieres que le diga que venga a darte un beso?»

El niño sonrió de oreja a oreja y asintió con la cabeza. Regina se dirigió a la habitación de Emma en la que esta estaba cambiándose. Se puso roja instantáneamente al encontrarla en braguitas y se dio la vuelta deprisa.

«Perdóname, tendría que haber tocado»

«Hey, ningún problema, ya me has visto desnuda» dijo la rubia mientras la hacía darse la vuelta.

Regina miró hacia otro lado, las mejillas sonrojadas.

«Nosotras...Estaba oscuro...»

«Mírame, Regina» dijo ella en un suspiro.

«No puedo...yo...»

Regina temblaba completamente, mirando hacia todos lados menos el cuerpo de su compañera.

«Henry...» dijo ella precipitadamente «Henry quiere un beso»

Emma no insistió y se puso el pijama antes de dirigirse hacia la habitación del niño.

«Es la máquina de besos» dijo ella tocando suavemente.

Henry tendió rápidamente los brazos hacia ella para abrazarla. Él se retractó rápidamente al darse cuenta de su gesto. Emma se acercó frunciendo el ceño y se arrodilló a su lado.

«¿Qué ocurre chico?»

«No quiero obligarte»

«¿Obligarme a qué?»

«A darme abrazos»

«Ah, ¿es que no tengo el derecho?» cuestionó ella con cara de desilusión.

«Sí, pero solo si lo deseas»

«Lo deseo mucho»

Henry se agarró de repente a su cuello y la atrajo hacia él. Ella se colocó mejor y lo estrechó fuertemente contra ella.

«¿Esquetúmequieresamítambienmamádicequesípero...pero...pero»

«¿Qué? ¿Qué? Henry, ¿puedes traducirme, no he comprendido nada?»

«Es que...yo...tu amas a mamá...pero yo...»

«Te quiero Henry. Te quiero, te lo prometo. No sabía que mi corazón podía amar tanto, tanto como os amo a los dos»

«¿Está mal que yo también te quiera?»

«¿Por qué dices eso?»

«Yo no quería a Leopold, aunque era mi papá. No quiero a Cora, aunque es mi abuela. Pero a ti, ya te quiero, aunque solo te conozco desde hace poco»

Emma sintió agua en su rostro y se dio cuenta de que estaba llorando. Intento enjugarse las lágrimas, pero otras iban apareciendo.

«¿Por qué lloras?»

«Porque te quiero, chico, y porque no esperaba que tú también me quisieras. Nunca he sido amada, y con ustedes es como una familia»

«Pero podemos ser más que "como una familia". Podemos ser una familia»

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora