Epílogo

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En una bella tarde de Junio, sentada en un confortable sillón, Regina recordaba los grandes momentos que habían sembrado su vida. Acarició la foto de Elisabeth en la que salía sonriendo de oreja a oreja, levantando con orgullo los papeles firmados de la adopción. Cerró un momento los ojos para revivir ese momento.

Acababan de anunciar a la niña que deseaban adoptarla, y Elisabeth se había lanzado, literalmente, a sus brazos, llorando.

«¿De verdad?»

«Nada es más cierto» respondió la alcaldesa.

«Así que por esta vez, no vamos a castigarte»

«Oh, no Emma, he hecho una travesura, debo quedarme sin postre también, o lo que vosotras decidáis»

«Pero estás loca» gritó Anna «Esto no pasa todos los días, aprovéchalo»

«Anna, he hecho una tontería, y si es así como funcionan en esta familia, estoy dispuesta a no comer postre un mes entero»

La pequeña la miró como si fuera un extraterrestre, haciendo reír a sus madres. El castigo fue decidido, nada de postre esa cena.

«¿Pensabas llevarte tu peluche y las fotos?» dijo Emma ayudándola a colocar en su sitio las cosas que había metido en la maleta.

«Son regalos»

«Por supuesto, son tuyos, pero yo, cuando me iba de casa de las familias de acogida, no quería nada que me las recordara»

«Lo sé...También yo, normalmente...Pero con vosotros, no quería hacer como si no hubieseis existido» Se giró hacia Regina «Siento lo de tu frasco de perfume, puedo trabajar para...»

«No, no, ni se te ocurra pensar en eso» la interrumpió la morena «Lo has roto, tienes tu castigo, el asunto está cerrado. Lo importante es que no pasará más. ¿Sabes cariño? Anna es como tú, a ella le gusta ponerse mis cosas, mi maquillaje y mis joyas. Cuando lo desees, vienes a verme y cuando yo pueda, iré con vosotras dos para ayudaros a elegir, a maquillaros, y desfiláis para mí si eso te agrada. Pero cuando yo no esté aquí, queda prohibido tocar nada, ¿de acuerdo?»

«Prometido Regina»

Regina sonrió al pensar esa misma tarde cuando la sonrisa de Elisabeth había poco a poco desaparecido al darse cuenta de que la alcaldesa había preparado una tarta de manzanas que olía divinamente.

También se acordó de la sonrisa de su asistente social cuando fueron a anunciarle que deseaban firmar los papeles y quedarse definitivamente a la niña. A continuación, la pareja había presentado oficialmente a la niña a sus diferentes amigos, poco a poco, para no turbarla demasiado. Después prepararon una gran fiesta durante la cual Elisabeth se había pavoneado enseñando a todo el mundo sus papeles de adopción. Si había que ir a buscar algo a la cocina, ella corría demostrando que se encontraba a gusto en esa casa, su casa. Aún temerosa ante tanta gente, fue junto a Anna y Henry a su lado, que ella fue mostrando las firmas a todo el mundo.

Ella se acordó de que le preguntó a su compañera si ese comportamiento era normal, y que ella le había respondido que no lo sabía, ya que nadie nunca la quiso adoptar, pero que fuera lo que fuese lo encontraba encantador. También había visto cómo su nueva hija había hecho llorar a la asistente social al abrazarla y murmurarle lo agradecida que estaba por haber sido su hada madrina.

Regina pasó algunas páginas y se detuvo en otra foto. En esta, la pequeña familia estaba reunida sobre un mantel de pic-nic, durante una hermosa tarde soleada. No podía recordar quién había sacado la foto, ni la razón por la que habían decidido hacer ese pic-nic. Habían adoptado a Elisabeth hacía poco más de un año, y ese día, sobre ese mantel, en ese parque que les gustaba tanto ahora, la pelirroja las había llamado mamá y mami por primera vez. Llegó como si nada, Anna se había caído mientras jugaba y Elisabeth las había llamado de esa manera, asustada. Un poco más tarde, cuando comían, después de haberse asegurado de que su hermana estaba bien, la pelirroja había continuado llamándolas así, sin atreverse a mirarlas a los ojos en un primer momento, con su corazón latiendo fuertemente. La pareja no había reaccionado, adrede, actuando con naturalidad con ella, como si no hubiese pasado nada, hasta que ella levantó la mirada y vio sus inmensas sonrisas. A eso le siguió un gran abrazo, mucha euforia en la pequeña familia, plasmada en esa fotografía que probablemente fue sacada por alguien que pasaba por allí.

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora