Una noche llena de emociones

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«¿Mary Margaret tiene mi número?»

«Tiene el tuyo, el mío y el de David. Si hay el menor problema, logrará localizarnos»

«Tienes razón» dijo ella alisándose el vestido por enésima vez desde que se subieron al coche.

«Gina...» dijo Emma apoyando su mano en su muslo «Cálmate, todo va a ir bien. Es tu gran momento, disfrútalo»

«Bésame»

La joven rubia obedece con alegría. Se separaron y Regina limpió un poco de lápiz de labio del rostro de su compañera.

«Lleva el coche hasta la alfombra roja, un aparcacoches se encargará de él»

«La elegancia» dijo Emma haciéndolo así.

Salieron del coche y la joven prostituta ofreció su brazo a su compañera. Para Regina, el camino hasta la sala de recepción parecía interminable. Pero enseguida cogió confianza al escuchar a Emma murmurarle a lo largo del trayecto que ella iba a lograrlo. La alcaldesa entrelazó sus dedos y franqueó finalmente la puerta del brazo de la fogosa rubia. Al hacer su entrada, se hizo el silencio. Todos la miraban de arriba abajo y se lanzaban miradas incrédulas. Regina bajó la cabeza saludando y Emma hizo lo mismo antes de dejarse guiar por la estancia. Regina tenía la impresión de que el ruido de sus tacones repiqueteaba en el suelo, ensordeciendo sus oídos. Su compañera le estrechó la mano, le acarició el interior de la palma, y ese gesto hinchió su corazón.

Por primera vez en su vida, no estaba sola frente a todos.

Recorrió la sala con la mirada y se cruzó con la de su madre. Su expresión era tensa, y parecía verdaderamente muy enfadada por la notoria entrada de su hija en brazos de una mujer. Sostuvo su mirada y un brillo de desafío atravesó sus bellos ojos chocolate. Con esa simple mirada, Cora estaba prevenida, la situación no iba a cambiar y su opinión no era requerida.

«Regina, Emma. ¡Qué placer que hayáis venido!» dijo David llegando a la altura de las mujeres.

Ellas le sonrieron calurosamente, felices de ver que él se atenía al plan. Cuando el sheriff se dirigió a ella, fue como el detonante para que el resto de la asamblea se recobrase poco a poco. Los rumores y los cotilleos empezaron a propagarse alrededor de ellas, pero, al ver que Emma no les prestaba atención, Regina decidió hacer lo mismo y se concentró en David. Hablaron un rato con él, después Regina llevó a su compañera hacia la muchedumbre para presentarle a diversas personas.

«Aclárame algo Gina» dijo Emma entrelazando sus dedos a los de la morena «¿Son ellos tus padres? ¿La mujer que nos mira con mirada atravesada y el hombre que parece haber visto un fantasma?»

«Son ellos, sí» respondió Regina sosteniendo la mirada de su madre. Ella se giró después hacia su compañera, deslizó su mano por su nuca, y depositó tiernamente sus labios sobre los suyos. Es un beso casto, pero lo suficientemente largo para mostrar a sus padres su nueva relación.

Fueron separadas de repente cuando Cora atrapó con violencia el brazo de su hija.

«Regina, ¿a qué estás jugando?» cuestionó ella. Hablaba bajo para no llamar la atención sobre ellas, pero su voz dejaba ver su furia.

«No estoy jugando, madre. Estoy participando en una fiesta con mi compañera. Os presento a Emma. Emma, te presento a mi madre, Cora»

«Encantada, señora Mills» dijo Emma tendiéndole su mano, no sin lanzarle una sonrisa provocadora.

Cora la miró con asco sin moverse.

«Ya te había dicho que era así» añadió Regina para encolerizar más a su madre «Y te presento a mi padre, Henry»

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora