El peso de un duro pasado

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Emma volvió a la casa extenuada después de una larga jornada de trabajo. David la había instruido en todas las tareas administrativas y pesadas que tendría que hacer. Después, habían sido llamados para que se encargaran de un borracho que estaba armando follón en el puerto. Ya eran las 23:00 y la bella rubia no deseaba otra cosa sino correr y ver a Regina. Entró en la casa silenciosa y se quitó los zapatos para no hacer ruido. Se dirigió a la cocina para picar algo antes de meterse en la cama, y se dio de frente con la alcaldesa que llevaba dos copas de vino en la mano. Inmediatamente se dio cuenta del largo y sexy vestido negro que llevaba puesto.

«Regina, wow, estás...puf, estás magnífica» dijo mirándola de arriba abajo.

«Gracias» respondió la alcaldesa enrojeciéndose.

«¿Qué haces aquí? ¿Con esas dos copas y ese...vestido?» añadió la prostituta mientras continuaba paseando sus ojos por la divina mujer que tenía delante.

«Te esperaba» le dio dándole una de las copas «Cuando me escribiste que volverías entre las 22:30 y las 23:00, pensé que podría prepararte una buena cena. Henry está en la cama, solo somos usted y yo, señorita Swan»

«¡Qué suerte tengo!» dijo la bella rubia depositando un tierno beso sobre los labios rojos de su compañera.

Ella la siguió al salón y se maravilló ante la escena romántica que le había preparado. Regina había sacado su mejor vajilla, velas, y había preparado una lasaña que olía divinamente. Había bajado la luz, y se podían escuchar melancólicos trozos de jazz de fondo. Se sentaron una frente a la otra y se contaron su día mientras comían.

Una vez acabaron de comer, juntas quitaron la mesa, después Regina obligó a Emma a sentarse confortablemente en el sofá. Ella se dirigió a su habitación, e inspiró profundamente antes de cambiarse. La morena había decidido enfrentarse a sus demonios y forzarse para aceptar el acto sexual. Se había pasado el día encerrando sus malos recuerdos en lo más profundo de su mente, deseando que no salieran a la superficie cuando se ofreciera a la rubia.

Se puso un sexy corsé negro y un liguero que sujetaba unas finas medias negras. Completó su atuendo con una larga bata negra de encaje, que no permitía sino entrever lo que llevaba debajo. Revolvió sus cabellos y desechó sus miedos para unirse a Emma que la esperaba pacientemente.

«Buenas noches, hermosa rubia» dijo la alcaldesa entrando en el salón.

Cuando la joven prostituta se giró hacia ella, abrió la boca, pero no logró articular ningún sonido. Tragó fatigosamente viendo cómo se acercaba a ella, su mente completamente en cortocircuito por la excitación.

«Gina» suspiró «Estás...Oh, Dios mío, no hay palabras»

Regina no dijo nada, temiendo que al hablar despareciera su valor. Se acercó sensualmente a ella mientras desanudaba el lazo de su bata. Dejó caer al suelo la prenda, y los ojos de Emma se oscurecieron de deseo.

Se sentó a horcajadas sobre sus muslos y comenzó inmediatamente a besarla con pasión. En cuanto comenzó, Emma sintió el malestar que irradiaba su compañera. Intentó empujarla ligeramente para hacer que fuera más lento, pero Regina ya estaba casi quitándole la ropa.

«Gina, espera, para, vas muy rápido. ¿Qué ocurre?»

La alcaldesa la ignoró y tomó de asalto su cuello. La joven la veía temblar sobre ella, y podía sentir su corazón latir desenfrenadamente, mostrando su angustia.

«Déjame hacerlo» murmuró Regina.

Su voz temblorosa traicionaba sus temores que salían a la superficie a pesar de todos sus esfuerzos. No pudo contener algunas lágrimas cuando su compañera la agarró más firmemente por los brazos para hacer que retrocediera.

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora