Love is all around you

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El resto de la semana pasó a una velocidad increíble. Emma estaba en un estado de estrés muy grande. Todas las mañanas se despertaba con un nudo en el estómago y se deslizaba hacia el baño para vomitar. Regina estaba cada vez más inquieta y tanteaba a su compañera para que fuera al médico. Desgraciadamente, la rubia era más cabezota.

Emma estuvo en las nubes cuando el anillo estuvo listo. Era de oro blanco, un zafiro en el medio y diamantes a un lado y al otro. Henry no dejaba de meterse en la habitación para ir a verlo, para el gran desespero de Emma que temía que su compañera sospechase algo. El sábado por fin todo estaba preparado. Emma había avisado a Mary Margaret y a David para que se ocuparan de Henry. Regina solo sabía que debía vestirse elegante y estar preparada a las 19:00. La joven alcaldesa no había visto a su compañera en todo el día y no comprendía tampoco su ausencia en la casa por la tarde.

A las siete, tocaron a la puerta y ella se precipitó a abrir. Se dio de frente con Emma que la esperaba sonriente. Llevaba un vestido azul oscuro entallado, suficientemente corto para dejar a la vista parte de sus muslos.

«Emma, estás magnífica»

«No tanto como tú Gina» respondió la rubia al ver a su compañera con un vestido negro abierto en un lateral y espalda desnuda con un escote muy desconcertante «Si quiere seguirme, señorita Mills» dijo ella presentándole su brazo.

Regina obedeció y dejó que su compañera se ocupase de todo, vio cómo le abrió la puerta y la ayudó a sentarse en el escarabajo amarillo. Cuando Emma estacionó delante de un bar del pueblo vecino, ella abrió los ojos de par en par.

«Emma...Es el bar donde...»

«Sí, es aquí donde nos conocimos, y aquí tomaremos el aperitivo esta noche»

Las dos mujeres rememoraron el comienzo de su historia. Se besaron castamente, pero regularmente, dándoles igual la gente a su alrededor. Se reían juntas, enlazaban sus dedos bajo la mirada amarga de los hombres solteros. A las ocho y media, Emma la llevó a un pequeño restaurante francés donde degustaron su comida y el placer de estar juntas. Regina estaba en una nube, la velada era maravillosa, se sentía amada, cortejada y deseada. Nadie había hecho eso nunca por ella. Pensaba que la velada no podía ser mejor, y sin embargo, al salir, se encontró con una calesa.

«Sorpresa» le susurró su amante tendiéndole la mano para ayudarla a subir.

Regina lo hizo con nerviosismo y se acurrucó contra la rubia tan pronto como esta se hubo sentado a su lado.

«Henry me dijo que adorabas los caballos»

«Te amo tanto»

Se besaron disfrutando de su paseo tan romántico. Cuando Regina comenzó a temblar, Emma, que había previsto todo, sacó una manta para calentarse. Se acurrucaron debajo, la una pegada a la otra. La calesa llegó a la mansión y Emma la ayudó a bajar.

«Pero, ¿y tu coche?»

«David se encargará de ir a buscarlo a la salida del trabajo a las 22:00. Tiene una copia de las llaves»

«Has pensado en todo»

«Eso espero» respondió la rubia.

Su corazón galopaba desenfrenadamente cuando condujo a la morena, no hacia el interior de la casa sino hasta el jardín. Allí, Regina descubrió un parterre de velas rodeando su manzano que amaba tanto, y un camino hecho de pétalos de rosas que conducía a él.

«Emma, ¿cuándo? ¿Cómo?»

«Lo instalé todo este mediodía, le escribí a Mary Margaret para que lo encendiera cuando estábamos saliendo del restaurante. ¿No te habías dado cuenta que todas las cortinas que daban al jardín han estado corridas hoy?»

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora