Te he echado tanto de menos

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«Bueno, nosotros vamos a dejaros solas» dijo David al ver cómo las dos mujeres se devoraban con la mirada.

«No, ¿bromeas?» dijo Mary Margaret toda excitada «No quiero marcharme. Deseo que hablemos, después de todo lo que acaba de pasar. ¿Has visto lo que bien que ha ido? Ella no volverá más, seguro»

«Cariño» dijo amablemente el sheriff «Creo de verdad que quieren que nos vayamos»

«Oh, podéis quedaros» dijo Emma con voz grave «Pero yo voy a subir a hacerle el amor a mi futura esposa»

Mary Margaret se quedó sin voz de golpe al ver que Regina no ponía ninguna objeción. Vio a sus amigas acercarse más la una a la otra sin prestarles atención. Cuando vio la mirada ávida y hambrienta de la alcaldesa devorando el cuerpo de su compañera, Mary decidió que era hora de marcharse.

«Sí, vale, os dejamos hacer vuestras guarradas y mañana venimos para charlar» dijo ella tirando de David hacia fuera.

Una vez la puerta cerrada, las dos mujeres se miraron por un instante antes de lanzarse la una en los brazos de la otra. Sus labios se sellaron con violencia y sus manos comenzaron inmediatamente a descubrir con frenesí el cuerpo de la otra. Emma estaba ya apunto de desabrochar el sujetador de la morena cuando le susurró al oído.

«Estás muy sexy cuando te enfadas, casi pierdo todo mi autocontrol»

Regina gruñó arrancando su camisa

«Decididamente te gusta hacer saltar mis botones» dijo ella entre beso y beso.

«Cállate» gruñó Regina luchando con el botón de su pantalón, mientras devoraba sus labios.

«Me gusta cuando te pone salvajes»

«Cállate» dijo más fuerte

«Verte gritarle a Tamara me dieron ganas de hacerte gritar por otra cosa»

«¡Cállate!» gritó ella, posando sobre ella una mirada intensa y colérica que le daba una expresión fiera, como una animal imponente e indomable «Tómame» gruñó con un tono seco.

Emma tembló de los pies a la cabeza y no se hizo de rogar. Continuó desvistiéndola a toda prisa, sus manos temblorosas de excitación. La empujó contra la pared y mantuvo su mano por detrás de su cabeza. Atacó su cuello que succionó lo bastante como para dejar una hermosa marca y disfrutó con sus gemidos.

Presa de la pasión, Emma tiro al suelo todo lo que había encima del pequeño mueble de la entrada. Agarró las nalgas de su prometida y la sentó sobre el mueble. Regina rodeó con sus piernas su cintura y la atrajo hacia ella para besarla apasionadamente.

«Emma» gimió la alcaldesa

La joven rubia la penetró mientras continuaba besándola. Rápidamente, la morena dejo caer la cabeza hacia atrás, incapaz de controlar su placer. La casa se empezaba a llenar de gritos y Emma pudo sentir cómo comenzaba a contraerse bajo sus expertos dedos. Redobló el esfuerzo, girando sus dedos hacia arriba para estimular la zona que volvía loca a su compañera.

«¡Oh, Dios mío, Emma...Emma...hazme...necesito...!»

Aceleró el ritmo, pero siempre ralentizaba cuando la sentía próxima a llegar, alargaba la tortura para hacer que perdiera completamente la cabeza. Regina arañaba su espalda casi hasta hacerle sangre de tan deliciosa que estaba siendo esa tortura.

«Emma» gimió casi llorando, mientras que la rubia ralentizaba por enésima vez, negándole el orgasmo por el que se desesperaba tanto. «Emma, no puedo más»

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora