Últimos preparativos

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«No si somos discretas»

Regina se levantó para besarla. Estaba completamente excitada ante la perspectiva de hacer el amor en un lugar en el que podían ser sorprendidas.

«¿Voy demasiado rápido si hago esto? ¿Querer hacerte el amor en mi trabajo?»

«No lo sé...No» confesó ella insegura.

«Puedo parar» dijo levantándose

«NO» gritó la alcaldesa, precipitadamente y a su pesar, sintiendo su calor alejarse «No yo...¿Puedes...?»

Emma le guiñó el ojo al comprender y fue a cerrar la puerta con llave.

«¿Mejor así?»

«Mucho mejor» respondió ella, relajándose y enarbolando una postura felina estirándose en el sofá.

Emma se lanzó sobre ella, haciéndola reír estrepitosamente. Llevó sus labios a su cuello y mordió su piel. Regina gruñó de placer y deslizó sus manos en los largos rizos de su compañera. Después se puso a pasearlas por todo su cuerpo, impidiendo a la joven prostituta pensar correctamente. Emma deseaba hacerle un sinfín de cosas, pero sus manos en su piel bloqueaban su mente. Así que atrapó sus muñecas y las mantuvo por encima de su cabeza, antes de ponerse a cuatro patas sobre ella.

Al sentirse incapaz de moverse, Regina sintió su corazón dispararse y sus pensamientos huyeron a su noches de sufrimiento con Leopold. Movió la cabeza para borrar esos recuerdos y Emma comprendió que algo no iba bien. Notó el miedo en los ojos de su compañera y la soltó inmediatamente. La vio sonreír y relajarse. Entonces, decidió continuar, pero con más dulzura. La alcaldesa notó el cambio de comportamiento de la rubia y se sintió más enamorada que nunca.

Sin embargo, la morena tenía ganas de un poco más de fogosidad por parte de su amante. Sentía que ella se contenía permanentemente para no incomodarla. Aunque amaba la ternura con la que la rodeaba, no sabía cómo hacerle comprender que podía ser un poco más salvaje. Intento profundizar sus besos, moverse más rápido bajo ella, agarrarse más fuerte a ella. Para su gran felicidad, Emma comprendió el mensaje y se permitió ser más impulsiva. La agarró de golpe y la hizo sentarse sobre ella, haciendo que lanzara un pequeño grito de sorpresa, seguido de una risa de excitación. Devoraba cada centímetro de su piel, la ropa volaba por los aires. Regina agarró la camisa de Emma y se la quitó con un golpe seco, haciendo saltar los botones. Se mordió el labio, los ojos oscuros por el deseo y se lanzó a sus labios.

Emma gemía bajo ella y decidió volver a coger las riendas. Hizo que la rodeara con sus piernas y la levantó ligeramente para sentarse con las piernas cruzadas en el sofá y volverla a sentar en sus muslos. La rubia estaba solo con los pantalones y la morena en bragas cuando Emma deslizó su mano en su interior y la penetró. Regina gimió al momento e intentó ahogar sus gritos besando a su amante. Sentía cómo el orgasmo iba haciendo su aparición bajo los asaltos rápidos y divinos de la joven prostituta. Comenzó a arañar su espalda aferrándose desesperadamente a ella, haciéndola gruñir de placer. Sintió su boca en su pecho y eso ya fue demasiado, gritó el nombre de su amante dejándose caer en los precipicios del placer. Emma la mantuvo contra ella el tiempo que necesito para recobrar aliento y se besaron durante un tiempo más antes de volver a vestirse.

«Creo que a nivel de discreción suspendemos» señaló Emma riendo.

«¿Crees que tu secretaria nos ha escuchado?»

«A mí no...a ti...seguro»

«No voy a atreverme a salir»

«No hay ninguna razón. Ella no te dirá nada, el otro día fui yo quien la descubrió con su novio en la celda. Ah...gracias por la camisa» dijo ella cogiendo la prenda.

Un contrato y sus consecuenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora