23. ¿Qué hice?

3.5K 269 21
                                    

Kagome

Las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas, siento tanto miedo, que siento que me voy a orinar encima. Sus ojos, los cuales por fin veo, me observan con diversión. Sus ojos me dan más miedo todavía, ese color rojo, seguro que no son reales, pero eso no me quita ni un poco del miedo que siento. Maldigo interiormente por abrir esa estúpida puerta. ¿Por qué demonios no me guíe de mis instintos? Pero soy tan ignorante y fue ese mi error, si por lo menos hubiese mirado o llamado a ver quién me contesta, pero como soy tan inteligente no lo hice.

Siento que me falta el oxígeno, mis manos tiemblan al igual que todo mi cuerpo, su estúpida sonrisa no ayuda en nada, mi cuerpo se siente cansado y las sogas que lo amarran duelen, todo mi cuerpo debe de estar rojo, mi boca no puede soltar todos los gritos que quiere ya que un pañuelo lo cubre.

—No vas a gritar—advierte y quiero mandarlo al demonio, pero puede hacerme daño—si lo haces será peor para ti—asiento llena de miedo, él retira el pañuelo de mi boca y trago seco, mis labios están muy secos por lo que paso mis labios sobre ellos mojándolos.

—¿Qué... Quieres... De... Mi?—pregunto con la voz entrecortada a punto de echarme a llorar—yo... No te he hecho... Nada—las lágrimas vuelven a salir y me quiero golpear por ser tan débil.

—Quiero tu silencio hermosa—se acerca y olisquea mi cuello—hueles delicioso—una mueca de asco aparece en mi rostro—tu pelo—lo olisquea—tienes una fragancia natural que me vuelve loco—toca mi mejilla con su mano—una cara tan inocente, apuesto a que tu mente es igual—se acerca a centímetros de mis labios—unos labios tan provocativos que te dan ganas de morderlos, lamerlos y succionarlos—sin darme tiempo a reaccionar está besándome a la fuerza, sus labios le hacen daño a los míos. Lo muerdo duro y él se aparta, la sangre baja por su barbilla, él la toca y luego se relame los labios—una fierecita—su mano estampa mi rostro, duele, duele mucho, bastante, arde—no te pases de lista Kagome, puedo hacerte sufrir.

—Por favor, déjame en paz, yo no he hecho nada—suplico sabiendo que no lograré nada, que a él no le importa lo que piense o lo que quiera.

—De hecho—vuelve acariciar mi mejilla—hiciste algo que no debías de hacer—toma un mechón de mi cabello y juega con él.

—¿Qué hice?—pregunto sin entender.

—Te fijaste en Inuyasha—la sangre se me para al escuchar su nombre—no debiste, nunca debiste fijarte en él, él no es para ti—responde el hombre sin nombre.

—¿Cómo te llamas?—pregunto para ganar tiempo e intentar hacer un plan que me saque de aquí, este hombre está loco.

—Naraku. Soy Naraku—responde el ahora llamado Naraku—un nombre que no le debes de decir a nadie o sufrirás las consecuencias de tus actos—amenaza.

—¿Qué quieres de mí?—él sonríe, maldición, esa sonrisa causa escalofríos de terror en mi cuerpo.

—Tú te alejarás de Inuyasha—pienso protestar, pero él continua—el imbécil de Inuyasha te propuso matrimonio—me quedo callada y él mira mi anular—vas a romper ese compromiso o sino, la inocente Yui pagará las consecuencias. Es divertido visitarla en las noches y que ella salga corriendo hacia donde su papi—mis ojos se abren más de lo normal, Inuyasha me contó que Yui a veces dormía con él porque el hombre malo venía a buscarla—¿lo harás?—creo que no hay mucho que pensar.

—Si—murmuro bajo.

—Eso espero, y no trates de verme la cara de idiota, porque entonces si me vas a conocer, y te aseguro que soy el diablo en carne y hueso—pone algo en mi nariz y me dejo llevar por la oscuridad.

Inuyasha

—¿Entonces no la han visto?—pregunto preocupado caminando de lado a lado por mi despacho, Miroku me observa en silencio.

—No Inuyasha, yo también estoy muy preocupada, hace cuatro días que no sé nada de ella, la he ido a buscar a su casa y no hay nadie, me canso de tocar y nada, la he llamado y tampoco me contesta. Kagome nunca deja de contestar mis llamados, ella sabe que me preocupo mucho—la escucho sollozar.

—Yo también he intentado dar con ella, pero su celular está apagado, también toco la puerta, pero nadie me abre, intente entrar por alguna ventana, pero nada, estoy preocupado por ella, llame a su madre y le saque información sin preocuparla, en dos días vuelve, pero Kagome no la ha llamado—paso mi mano libre por mi cara en señal de frustración.

—Yo pensé que ella estaba contigo, digo, solo de ese modo es que no me contesta las llamadas, tengo miedo Inuyasha, temo que algo le haya pasado.

—Nada le va a pasar Kagome es fuerte Sango, ella no se dejará vencer—aliento.

—Eso espero—la oigo suspirar—me tengo que ir, si sabes algo, cualquier cosa, aunque sea la más mínima, no dudes en contactarme—asiento, aunque soy consciente de que ella no me está viendo.

—Cuídate Sango, y no te preocupes yo te aviso—la línea se corta y me siento en la silla de mi escritorio.

—Hermano cálmate—me dice Miroku, me conoce mejor que nadie.

—¿Y si le pasó algo?—pregunto con miedo.

—No le pasará nada—alienta—de seguro anda en sus días y por eso está así—sonrío porque solo Miroku me diría algo como eso.

—Mejor dime—lo miro fijamente—¿qué te traes con Sango?—pregunto y él se sorprende, ¡ja! Te atrapé.

—Nada—su mirada viaja a cualquier punto en la habitación.

—¿Nada?—pregunto indiferente.

—Esa mujer está loca—camina—ella quiere que yo sea romántico, ¿sabes? Le pedí una cita—ríe amargamente—terminó fatal, una de mis antiguas amigas me besó y ella enojada me bofeteó, joder, traté de ser todo lo que ella quería y parece que no le basta, es insoportable, desesperante—me río porque sé que a Miroku si le gusta Sango—y entonces...

La puerta se abre de repente dejando una Kagome imponente, está hermosa, lleva una falda más arriba de sus rodillas negras, y una blusa roja, su cabello azabache está suelto, sin embargo, su mirada no está llena de brillo hasta que se encuentra con la mía, entonces brilla, pero no igual, el brillo no resplandece como antes.

—Kagome—susurro levantándome de la silla y caminado hasta ella.

—Inuyasha...

Kagome La niñera De Mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora