45. Ella es mi luz

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Inuyasha

Despierto desorientado, miro a todos lados y al parecer estoy en un hospital. El hombro me duele a montones. Me levanto al recordar que Kagome estaba frente a mi cuando me dispararon. Miro y solo veo a mi madre con un semblante cansado. Sus ojos están rojos y tiene rasguños que están en venditas.

—Mamá—la llamo y ella despierta espantada.

—Hijo por Dios, ¿cómo te encuentras? —pregunta ella mirándome detenidamente.

—¿Dónde está Kagome? —pregunto y ella se mantiene en silencio.

—Hijo...

—¡¿Dónde está Kagome?! —pregunto temiendo de su respuesta.

Miles de pensamientos negativos pasan por mi mente. Si Kikyo fue capaz de dispararme a ella pudo haberla... Me niego a seguir pensando.

—Kikyo se la llevó, todos los oficiales la están buscando—me levanto de la cama y me quito todas las cosas conectadas a mi cuerpo.

—¡¿Hijo que haces?!—pregunta mi madre.

—Busca mi ropa—ella sin saber que hacer la busca. Me la pongo y salgo marcando el número del oficial a cargo desde el celular de mi madre.

—Oficial Kioto—responde al segundo tono.

—Se dónde pueden estar—contesto subiendo al coche de mi madre.

—Manda la dirección—la mando y conduzco como demente por toda la carretera. Entro a la cabaña que le regale el día de nuestro primer aniversario. Está vacía, subo nuevamente al auto y sigo la marcha, ya casi amanece y mi pulso esta decayendo.

Veo humo desde la distancia y conduzco a máxima velocidad llegando en un segundo. Miro fuera de la carretera un auto en llamas leves. El auto esta quemado totalmente.

—No, no, no—bajo del coche corriendo y miro dentro y el cuerpo calcinado de alguien que está de copiloto me rompe el alma. Miro a ver si veo a otra persona. Mi vista cae sobre dos cuerpos ensangrentados. Miro a Kagome que está al lado de Kikyo. Corro hasta ella y está llena de golpes y rasguños. Busco su pulso y no respira. Me estremezco al ver a Kikyo con un gran agujero en la frente. Tomo a Kagome en mis brazos mientras que llamo una ambulancia. La llevo hasta mi coche y busco un botiquín.

—Mi niña, por favor no me dejes. No ahora que podemos ser felices por favor—ruego llorando.

Su brazo esta sangrando y miro que una bala fue enterrada. La ambulancia llega y se la lleva. No me importa lo que pase con Kikyo, Kagome es mi prioridad.

Sus ojos están cerrados y yo siento que no puedo más. Otra vez le fallé y ella paga las consecuencias. Miro su mano la cual empuña algo. Aflojo el agarre y mi corazón siente dolor al ver que es la cadena que le regalé. Lágrimas descienden por mis ojos sin control. No me importa lo que digan las personas de que los hombres no podemos llorar. La mujer que amo y con la cual pienso compartir la vida esta postrada en una camilla de una ambulancia con pocas posibilidades de sobrevivir. Cuando llego la internan de inmediato dejándome destrozado en un pasillo del hospital. Mis lágrimas ya no tienen control. Arranco varios mechones de mi cabello en señal de frustración. Solo necesito que me digan que ella estará bien. Que ella podrá vivir junto a mí. Unos cálidos brazos me abrazan. Levanto la mirada y unos ojos hinchados me reciben. La señora Higurashi es quien me abraza.

—Ella estará bien—asegura y niego sintiéndome derrotado.

—Usted no vio la gravedad de sus heridas—más lágrimas—si le pasa algo...

Mi voz se pierde en un sollozo. ¿Alguna vez han sentido lo que es estar a punto de perder la razón de su fe y esperanzas?, la persona con la cuál al mirarla ya tienes un futuro plasmado en tus pensamientos, la causa de tus sonrisas tontas. Espero que no porque es horrible. Si existe la media naranja o la leyenda del hilo rojo fuera real, Kagome sería quien portara ese hilo invisible. Esa mujer es todo lo que tengo, todo lo que quiero. Miro a la señora Higurashi y me percato que también lleva vendas.

—¿Qué le pasó?—pregunto mirándola fijamente.

—Después de que Kikyo te haya disparado—¿enserio me disparo?, estaba tan preocupado por Kagome que ni había sentido el dolor de una bala en mi hombro—incendió el hotel—mis ojos se abren.

—¿Están todos bien?—pregunto preocupado.

—Si... Solo que por el susto Sango esta en una sala de parto, la pobre tuvo que correr y rompió fuente antes de lo esperado—me levanto como un resorte preocupado.

—¿Y Miroku? —pregunto.

—Está desesperado, la vida de ambos corre peligro—mis ojos se nublan. Maldita mil veces Kikyo. Voy hasta donde se encuentra mi mejor amigo y lo veo bañado en lágrimas en una esquina.

—Miroku—murmuro tan bajito que temo que no haya escuchado.

—Inuyasha—levanta la mirada y viene hasta abrazarme—tengo tanto miedo como jamás en mi vida he temido—lora desconsolado.

—Todo saldrá bien—lo abrazo de manera reconfortante.

—Tengo miedo de que en cualquier momento el doctor salga y me haga elegir entre la vida de ambos. O que me diga que no pudieron sobrevivir—se lo que siente. Aún recuerdo el pequeño que Kikyo arrebató de nuestras manos.

—Ella es fuerte—le ordeno a mis lágrimas que paren porque mi amigo y Kagome no merecen que este así.

—¿Y... Kagome? —me tenso y a la mierda ser fuerte.

—Ella está más muerta que viva—digo amargamente mientras lloro—no sé qué haré si le pasa algo—niego traumado—sus heridas eran tan...

Mis palabras se pierden por el molesto nudo formado en mi garganta. Me dejo desahogar, ambos estamos a punto de perder seres queridos. Nunca pensé que llegaría un momento así y me siento tan derrotado. Paso una hora con él y regreso hasta donde Kagome a esperar noticias. Noticias que no llegan, los doctores me ignoran cuando intento preguntar. La quiero tanto. Ahora me siento mal, no hemos tenido tiempo suficiente para nosotros.

—Inuyasha—mi padre y madre me miran. Mamá abraza a la madre de Kagome.

—No hemos tenido tiempo—le digo lloroso—todavía no hemos realizado nuestros sueños—mi padre me abraza—no le dije te amo. No las suficientes veces—lloro como cuando era pequeño. Sesshomaru aparece y me abraza tan frío, pero aun así agradezco que este aquí en este momento—amo a esa mujer—murmuro devastado.

—Ella estará bien—la voz fría de mi hermano me hace mirarlo—nadie me insulta y sigue como si nada—su seriedad causa que una pequeña sonrisa se asome en mi rostro. Aún recuerdo como hizo callar a Sesshomaru. Ella es mi luz y sin mi luz solo habrá oscuridad.

¿Qué les pareció la muerte de Kikyo?

Dejen sus votos y comentarios.

Sayonara...

Kagome La niñera De Mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora