24. ¡Dios!

3.9K 286 27
                                    

Kagome


Los ojos de Inuyasha me observan con preocupación y amor. Yo soy consciente de que estuve cuatro días fuera, que tenía cuatro días sin que sepan nada de mí. La verdad es que no quería que llegará este momento, no quiero decirle adiós a Inuyasha, no al amor de mi vida, no al hombre de mis sueños. Siento como me están quitando una parte esencial de mí. No quiero romper su corazón y romper el mío en este proceso, pero tengo que hacerlo si quiero que lo más importante en su vida y una persona importante en la mía, siga viva.

Maldito Naraku, siento que lo odio, no quiero hacerlo sufrir, no a él, si pudiera quedarme con todo el dolor, lo haría, él no merece sufrir, es demasiado bueno para que lo haga, es mi Inuyasha. Veo como Miroku sale del despacho para darnos más privacidad. Hoy será el último día que podre compartir con él, el último día donde podre estar unida a él, quiero sentir su piel junto a la mía, quiero quedarme con su recuerdo. Quiero que su aroma se quede grabado en toda mi piel, en cada parte sensible, que sus palabras de graben en mi corazón.

—Kagome—su voz me hace despertar, sin darle tiempo a reaccionar reclamo sus labios como míos.

—Hazme el amor Inuyasha—él corresponde de manera rápida a mi beso, mi espalda choca con la puerta y siento como pone seguro a la puerta. Enredo mis piernas en su cintura y su boca toma mi cuello.

—Te voy a dar duro, para que no me hagas estar tan preocupado—sus palabras causan excitación en mí, siento como mi centro palpita de deseo.

Inuyasha quita todo lo que hay en su escritorio y me sienta justo ahí. Su boca besa la mía de manera apasionada, entreabro los labios dándole acceso a mi lengua, jugueteo con su lengua y mando mi razón a pasear. Mi blusa pronto desaparece dejando mi sujetador negro a su vista, mi falda se va en el proceso y mis encajes negros hacen su aparición. Los ojos de Inuyasha me miran presos del deseo, su boca toma mi cuello y un jadeo sale de mis labios, sus besos siguen bajando hasta mis pechos los cuales besa por encima de la tela del sujetador. Inuyasha arranca el sujetador y deja mis pechos al aire, los atiende jugando con ellos, lame y succiona mis pezones de manera un tanto violenta, pero enloquecedora.

Sigue bajando sus besos hasta que quita mis bragas, besa mis muslos internos y pronto siento su cálido aliento en mi intimidad. Su lengua no espera tiempo y empieza a jugar con mi botoncito de placer, arqueo mi espalda soltando un alto gemido, ¡Dios! Esto se siente demasiado bien, empieza un juego, lamer, chupar, morder, y luego todo a la vez haciendo que estalle. Mi respiración se vuelve más acelerada. Sin darle tiempo a protestar o decir algo desnudo a Inuyasha.

—No quiero más juegos—él me mira y sonríe, sin esperarlo entra en mi haciendo que suelte un grito.

—¡Dios!—entra y vuelve a salir.

—Te dije que iría a ser duro—entonces empieza a entrar y a salir, rápido y con fuerza, su boca trabajando en uno mis pechos y una de su mano en mi clítoris.

—Maldición, más, necesito más de ti, Inuyasha—le grito presa del deseo. Él obedece y sus embestidas se vuelven más rápidas, siento que estoy corriendo un maratón. Les mentiría si les digo que es suave y dulce, no, Inuyasha me tiene como una ninfómana gritando y exigiéndole más.

—Sigue—él para dentro de mí y entonces me da en forma de círculos, mis ojos de ponen blancos y tengo que agarrarme de algo para no caer.

—Más, ¡Oh Dios!—grito, cuando vuelve a embestirme y unos cuantas embestidas y exploto en un orgasmo demasiado profundo. Luego sigue él derramándose en mí, mi respiración es demasiada acelerada, siento que no tengo fuerzas, sin embargo, quiero seguir haciéndolo todo el día. Pasan unos minutos cuando en sale de mí, su mirada no me ha dejado un solo segundo. Me lleva con él hasta un sillón donde me sienta sobre su regazo.

—¿Dónde has estado?—lo miro a los ojos, no, todavía no quiero ver tristeza, beso su cuello, y voy bajando por su pecho hasta llegar a su miembro—Kagome—me advierte, pero mi mano lo toma y el suelta un gruñido.

—¿Dijiste algo?—pregunto con cara de inocente.

—Kago...

Mi mano trabaja en su miembro de arriba hacia abajo, estoy masturbándolo y me siento muy nerviosa, miro la punta de su miembro está roja, mojo mis labios y beso con la punta de mi lengua, Inuyasha gime y eso me hace sentir poderosa. Mi boca lo toma y lo lame cómo si de un caramelo se tratase, las manos de Inuyasha acarician mi cabello.

—Más rápido—hago lo que me dice y lo lamo más rápido, su pene es enorme, no cabe ni la mitad de el en mi boca.

—Apartarte—hago lo que me hice y se corre delante de mis ojos, sus ojos están cerrados y su cara demuestra satisfacción.

—¿Cómo lo hice?—pregunto inocente.

—De maravillas—sus ojos vuelven a mirarme y sé que quiere preguntar. Estoy cansada, pero quiero que Inuyasha entre en mi interior una vez más. Beso sus labios y su amigo despierta rápidamente, sin darle tiempo a decir algo entro en él, suelto un gemido, estoy sentada en su miembro y es como si me llenará por completo robándose mi aliento. Cuándo me acomodo empiezo a subir y a bajar, es como hacer sentadillas, pero de una manera demasiado placentera, Inuyasha toma mi cintura y me ayuda a subir y a bajar, la penetración es profunda.

—¡Maldición!—suelto en grito, mi sudor aparece y siento los párpados pesados, claro, he tenido dos orgasmos y voy caminando hacia un tercero.

—¡Kagome me vuelves loco!—gime alto Inuyasha mientras sigo subiendo y bajando.

—Me... Me... Corro Inu—le advierto.

—Vamos preciosa dame ese delicioso orgasmo—sus palabras causan que me corra gritando su nombre, unas cuantas embestidas más y él se corre en mí, mi frente cae sobre su hombro y el cansancio hace que cierre los ojos.

—Te amo Kagome—es lo último que escucho antes de dormirme.

***

Despierto sobresaltada, miro donde me encuentro y es en el despacho de Inuyasha. Miro el cuerpo a mi lado y sonrío triste, una lágrima baja por mi mejilla, pero la limpio rápidamente. Me levanto sin hacer ruido y hago una mueca, maldición me duele un poco la vagina, busco mi ropa y me la coloco a la rapidez de la luz. Camino hasta Inuyasha que duerme como un bebé, busco un bolígrafo y un papel y le escribo una nota, dejo la carta en su escritorio y el anillo de compromiso encima de ella. Tal vez soy cobarde por no decirle las cosas a la cara, pero no puedo mirar sus ojos, no podré rechazarlo. Beso sus labios y acaricio su cara.

—Te amo Inuyasha, siempre serás el amor de mi vida—susurro contra sus labios, salgo de su despacho sin hacer ruido.

—Kagome—la voz de Miroku me hace saltar en mi lugar.

—Dime—digo tranquila.

—¿Dónde está Inuyasha?—pregunta indiferente.

—Está durmiendo, no lo despierten hablamos demasiado y quedo cansado—él me mira divertido.

—Por eso sus gritos se escuchaban en toda la casa—mi cara se torna roja.

—Me tengo que ir—y como la cobarde que soy salgo corriendo antes de que Inuyasha despierte, tomo el primer taxi y me marcho a mi casa, pero en el transcurso las lágrimas son mi acompañante junto al dolor de perder al hombre que amo.

Kagome La niñera De Mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora