29. Trato de protegerte

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Kagome

Aún no puedo creer que lo tenga frente a mi después de tanto llorar y sufrir está aquí, volví, no es un sueño, no voy a despertar llorando y gritando su nombre hasta calmarme y darme cuenta que no está. Porque así han sido estos días sin él, los peores días de mi existencia. Aunque deseé con toda mi alma poder abrazarlo y sentir su cuerpo cálido junto al mío dándome esa seguridad que tanto necesito y sentirme completa que mi alma llora, no puedo acercarme, solo mirar de lejos al amor de mi vida, al primer hombre que le entrego mi corazón.

Sus ojos tan preciosos cómo los recordaba, me miran con curiosidad, tristeza, felicidad y un sin número de emociones que no me atrevo a describir; todos en la mesa se han quedado en silencio. Es hasta este momento donde me doy cuenta que Sango llora, lo siento por ella, sé muy bien que es mi mejor amiga, pero ella no puede saber por qué hui de esa manera.

—¿Qué tal si vamos a otro lugar? No creo que este sea el lugar indicado—su voz causa que mi corazón salte de alegría, extrañaba tanto escucharlo.

—Tienes razón—sigo fingiendo seguridad mientras él me muestra el camino hacia algún lugar.

—Damas primero—abre una puerta después de subir en ascensor y caminar, avanzo dentro y me doy cuenta que es un lugar muy espacioso.

—¿Tu oficina?—pregunto observando todo con admiración mientras el cierra la puerta.

—Si—su respuesta tan seca me duele.

—Hermosa—trato de aligerar la situación porque ya de por sí, está muy incómoda.

—¿Enserio vamos hablar de mi oficina?—me doy vuelta y lo veo recalcado de la puerta, camino hasta su escritorio donde sin darme cuenta, pensamientos morbosos de lo que hicimos en su despacho vuelven a mi mente. Muevo la cabeza tratando de espantarlos y me siento sobre el cruzando las piernas.

—Adelante, pregunta—él me mira como cazador a una presa mientras se acerca.

—¿Dónde estuviste?—me sorprende su pregunta.

—Estuve en un pequeño pueblo que queda muy lejos de aquí, el pueblo está un poco abandonado, pero las personas son muy serviciales—respondo omitiendo algunas cosas que no me conviene que sepa.

—¿Cómo te hiciste para comer y tener techo?—pregunta y la preocupación es evidente en su voz, mi corazón se siente bien, eso quiere decir que no me odia.

—Trabajé para ellos como arquitecta—respondo y él se ve sorprendido—necesitaban uno y quedaron encantados con el trabajo que les brinde, me dieron buena paga. Eso me sirvió para comer y tener un lugar decente donde estar—contesto evitando su mirada cuando se me hace demasiada penetrante.

—Ya veo—se acerca más donde estoy y ya siento que comienzo a flaquear.

—Sé que tienes otras cosas que preguntar, te estoy dando la oportunidad de descubrir lo que pasa por mi mente—me acorrala contra el escritorio, mi espalda desnuda choca contra el frío de la madera mientras que sus manos están a cada lado.

—¿Por qué te marchaste?—la necesidad de respuesta es tan desesperante que me hace sentir una muy mala persona.

—Para protegerte—respondo sabiendo que estoy soltando la sopa de todo este cuento.

—¿Protegerme?—pregunta incrédulo y yo logro zafarme de su jaula creada con sus manos.

—Si—trato de regular mi respiración.

—¿De quién?—pregunta y yo me quedo en silencio—¡MALDITA SEA CONTESTA!—jamás en la vida hubiera imaginado que Inuyasha me gritaría, pero las lágrimas en sus preciosos ojos me hace ver que sufre y que no puede ser fuerte frente a mí.

Kagome La niñera De Mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora