Capítulo 18: La primera cita

538 49 22
                                    

El despertador suena irrumpiendo mi sueño. Lo silencio, sin despertarme del todo, antes de que decida lanzarlo lejos por ser tan ruidoso. Doy media vuelta sobre mí mismo, entreabro los ojos y dejo que éstos entren en contacto con la leve luz que se cuela por la persiana mal bajada.

Me pregunto qué día es hoy, ¿sábado? Siento que algo importante pasa hoy, ¿tengo algún plan? Joaquín, mi mejor amigo ha estado con un humor sombrío así que hemos quedado ahora por la mañana para jugar al baloncesto. Me yergo y me estiro mientras un bostezo sale de mis labios. Tengo la impresión de que se me olvida algo.

Abro los ojos al caer en la cuenta de que hoy es sábado, y no un sábado cualquiera, es la primera quedada con la jirafa después de empezar esta relación. Lo que el llama como "primera cita". Los nervios empiezan a florecer en mi organismo con solo pensarlo, pero no aparecen solos, una emoción les acompaña.

Me levanto con una extraña energía a pesar de escuchar la alarma un día no lectivo, cuando podría dormir hasta la hora de comer. Abro la persiana, dejando entrar la luz exterior, cojo una de las equipaciones de Kobe Bryant y me meto en la ducha.


Una vez acicalado y vestido, bajo a desayunar. Desde el pasillo ya puedo escuchar las voces que provienen de la cocina y, al llegar, me siento en mi lugar habitual acompañando a mis padres.


-Buenos días.

-¿Quedaste con Joaquín para jugar hoy?- pregunta mi madre

-Sí, quedé en irle a buscar.

-Yo no juego este fin de semana.- anuncia mi padre.

-¿Estáis faltos de gente?

-Durante las navidades suele haber muchas ausencias así que los hemos cancelado hasta nuevo aviso.

-¿Y nosotros que vamos a hacer en Noche Buena?- pregunto mientras remuevo el azúcar de mi humeante taza de té negro.

-Vamos a la casa de mis padres.- responde mi madre.


Asiento conforme con la respuesta y doy por comenzado el mejor momento del día: el desayuno.

Al finalizar, me lavo los dientes y me despido de mis padres antes de salir por la puerta. Me dirijo a la parada del autobús donde el panel anuncia que tardará en llegar unos catorce minutos. Me siento en el banco y enchufo los cascos al móvil. Abro el reproductor de música y escojo que suene en orden aleatorio. Luego, consulto mis notificaciones: tan solo aparece un mensaje de Joaquín anunciando que no se ha quedado dormido y como respuesta le envío un icono aplaudiendo.

Abro la conversación de Ian y me planteo en si enviarle un mensaje de buenos días o no. Todavía no tengo muy claro cuáles son los límites o las pautas a seguir de una relación. Y, mucho menos, una en la que seamos la jirafa y yo. Decido no escribir nada y dejo que la música se lleve mis pensamientos lejos. No quiero hacerme ideas equivocadas o ilusiones sobre esta tarde. Prefiero dejarlo en que dos chicos van al cine y ya está. No es la gran cosa. Película, palomitas y oscuridad, nada que no haya vivido antes. Aunque nunca con Ian.


Me bajo en la parada más cercana de la casa de mi mejor amigo. Timbro y éste tarda menos de cinco minutos en bajar, menudo récord. Me saluda con una escueta sonrisa y, de nuevo, sigue actuando de una forma un tanto apática. No voy a forzarle a que me cuente lo que le pasa, pero me duele un poco que no confíe en mí.

Sin embargo, decido acallar mis quejas y nos dirigimos a la cancha en completo silencio. Cuando no hay nada que me distraiga, mi mente divaga entre lo que me espera vivir por la tarde y la extraña actitud de Joaquín.

El Skate de Kobe BryantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora