El taxi se detiene frente a lo que me supongo que es el edificio de Ian. Éste es de tan solo de tres pisos y no tiene más que un departamento por planta. Es antiguo juzgando su fachada de color rosa palo, cada ventana es un conjunto de varias pequeñas y están bordeadas por detalles florales en piedra blanca y, en otras, hay una especie de pequeña cara de ángel en su alféizar. A pesar de su estilo de una época anterior, se mantiene en buen estado e, imagino, que ha pasado por varias reformas para mantener limpia y decente la zona principal de la ciudad.
La jirafa abre el portal y nos adentramos al edificio. La puerta es pesada y de madera, pero tiene un mecanismo moderno que te avisa de que ésta se encuentra abierta y nos advierte de que no nos olvidemos de cerrarla. La luz se enciende automáticamente al detectar movimiento y ésta proviene de una enorme lámpara de araña. Creía que este tipo de iluminación se encontraba en mansiones y que nunca tendría el privilegio de ver una en vida.
Nos dirigimos al ascensor, éste es de cristal, por tanto, es completamente transparente y puedes ver los pisos sucediendo uno tras otro y las escaleras a tus costados y espalda. El panel que anuncia en dónde te encuentras y sus características, como: el peso y el número de personas máximo, es como una pequeña y plana tablet, Ian pulsa el botón del número tres y, de nuevo, la tecnología nos habla cuando llegamos a nuestro destino.
Espero paciente ante su puerta, ésta no tiene ninguna placa identificativa ni un felpudo, así que mucho menos algún adorno navideño. La luz del pasillo se enciende sola de nuevo. Todo es un extraño contraste entre antigüedad y tecnología moderna, se notan qué cosas han llegado más tarde y cuáles han estado desde el primer día: el suelo de madera suena bajo nuestros pies, pero luego las puertas hablan y las luces se encienden por sensores de movimiento; el edificio es frío por sus gruesas paredes de piedra y, sin embargo, debe de tener un circuito de calefacción muy potente.
El popular abre la puerta y entra primero, me quedo en el umbral ante la penumbra del lugar hasta que el susodicho enciende una pequeña lámpara. Ante mí aparece una pequeña entrada con la posibilidad de entrar a tres sitios o seguir un pasillo. Una de esas tres puertas, se encuentra entreabierta y de ella sale una leve luz y el sonido de la televisión. Cierro tras de mí y veo a Ian desaparecer tras la habitación que se encontraba iluminada, le sigo en silencio y me adentro a lo que parece ser el salón.
El lugar es muy grande, a mi derecha se encuentra la zona que se utilizará como comedor formada por una ancha mesa de madera oscura y seis sillas a su alrededor, encima tiene un pequeño tapete de ganchillo que no pega mucho y sobre éste un florero vacío; y a mi izquierda lo que es más propio de un salón, un sofá gris en forma de L acompañado de cojines negros y blancos, frente a éste hay un gran televisor de plasma sobre un mueble donde se encuentra el amplificador de canales, un HomeCinema y la PlayStation. Además, en una especie de estantería enorme hay un aparato de música con grandes altavoces y una amplia colección de música.
Ian se agacha cerca del sofá donde una manta gruesa cubre un cuerpo de tamaño medio. Le observo curioso y éste menea levemente el bulto quien parece quejarse y revolverse un poco ante la interrupción de su sueño.
-Nico, despierta.
-Ian...- dice una somnolienta voz.- Llegaste.
El pequeño individuo, aunque no tan pequeño, se levanta lentamente de su lugar acogedor y el popular le ofrece su mano para ayudarle. Una vez en pie, se dan un cálido abrazo y la jirafa le revuelve el pelo cariñosamente. El chico se dirige hacia la salida sin inmutarse de mi presencia y arrastrando los pies, tiene un pelo negro revuelto que le hace destacar sus grandes ojos verdes y, al pasar por mi lado, me doy cuenta de que es unos centímetros más alto que yo. Maldigo en silencio. Hasta el hermano de 13 años de la jirafa es más alto que yo. Supongo que viene de familia. El susodicho desaparece por el pasillo e Ian se acerca en silencio, agarra mi mano y acerca sus labios a mi oído.
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El Skate de Kobe Bryant
Roman d'amourEstá Noah con su 1'62, una corta melena pelirroja y sus ojos verdes. Tiene un solo amigo: Joaquín y un secreto: el baloncesto. El clásico chico bajito, inteligente y empollón que es el objeto de todas las burlas, pero éste con su malhumor no se deja...