Capítulo 22: Viviendo con el pijo. (Parte I)

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El móvil me despierta con su clásico sonido de una llamada entrante. Me remuevo sobre el sofá y estiro mi brazo perezosamente hacia la mesa del café para hacer callar el Smartphone. Tanteo la superficie y me hago con él poco después de que deje de sonar.

Abro un ojo con dificultad ante el abrupto despertar, desbloqueo el aparato y bajo el panel de las notificaciones. Ignoro los e-mail, las actualizaciones e incluso los mensajes instantáneos. La llamada es del pijo prepotente. Frunzo el ceño confuso y decido abrir su conversación.


<< Q quieres? >>

<< Te he llamado. >>

<< ¿Por qué no coges? >>

<< Estaba durmiendo >>

<< Q quieres? >>

<< ¿Durmiendo a estas horas? >>

<< Si >>

<< No seas pesao >>

<< Q quieres? >>


No puedo evitar darme cuenta que hasta para unos simples mensajes es demasiado correcto y perfecto. No abrevia ni una sola palabra, no se ahorra ningún signo de puntuación y mucho menos se olvida de poner alguna tilde. El móvil vuelve a sonar haciendo que dé un respingo y el nombre del rubio aparece en pantalla.


-¿Qué?- descuelgo.

-Buenas tardes para ti también, príncipe Joaquín.

-Sí.- bufo molesto.- Buenas.

-Mis padres se acaban de marchar. Te quiero en mi casa.

-No, gracias.

-No es una opción.- visualizo su sonrisa felina incluso a través del teléfono.- Tres días y dos noches, te mando la dirección.


David cuelga antes de que me niegue a ir a su caserón de niño rico. Resoplo molesto, pero decido hacer una mochila para sobrevivir durante tres días en una casa ajena y, una vez arreglado, me dirijo al lugar. Debo coger una línea de bus metropolitana, es decir, que me lleva a las afueras de la ciudad y en la dirección opuesta que suelo frecuentar para ir a casa de Noah.


Más tarde, me bajo en la parada que el pijo me indicó en su mensaje y me pongo a andar hasta dar con la calle correcta. Cuando llego al número que se supone que es, me pregunto si me he equivocado de sitio. Recorro nuevamente la zona, pero definitivamente este enorme chalet con su gigantesco jardín debe de ser la casa de David. Llamo al telefonillo e inmediatamente el portalón se abre de forma automática.

Una vez dentro, sigo lo que parece un camino, ancho y empedrado, mientras observo mi entorno. Hay diversos tipos de árboles frutales y arbustos con flores y, poco antes de llegar a la casa principal, el sendero se divide en dos: hacia la izquierda te dirige hacia lo que parece un garaje muy amplio y el de la derecha hacia la casa principal. Tomo el segundo y, una vez allí, me fijo que el camino se vuelve más estrecho y se pierde hacia la parte posterior de la casa. Sin embargo, decido acercarme hasta la puerta entreabierta y dejar la investigación para más tarde.

Entro al lugar dando dos toques sobre la madera y, antes de poder hacer algo más, mi cuerpo es empujado contra la puerta haciendo que se cierre del golpe. Abro la boca para protestar, pero el rubio ya se encuentra sobre mí y su lengua impide que pronuncie palabra. Decido seguir con ese recibimiento hasta que me falta el aire y consigo alejarlo un poco de mí.

El Skate de Kobe BryantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora