Me despierto desconcertado y asustado, me yergo en la cama y mi corazón martillea fuerte debido al estruendo. A oscuras compruebo que mi puerta está abierta de par en par y que, probablemente, el sonido de ésta impactando contra la pared sea lo que me ha dado semejante susto. El pasillo también está a oscuras, pero se puede apreciar el contorno de una persona en el umbral de mi puerta. Mi corazón, al contrario de tranquilizarse al descubrir el motivo de que me haya despertado, se acelera aún más al identificar al intruso nocturno.
Inspiro profundo por la nariz y lo suelto despacio, principalmente, para calmarme, pero, también, para animarme internamente a enfrentarme a esto. No tengo ni idea de qué hora es, pero viendo la poca luz que logra colarse por mi ventana, debe de ser de madrugada. Tanteo la mesilla en busca de mi teléfono y comprobar que, efectivamente, son las cinco de la mañana pasadas.
-Carlo.- murmuro.- ¿Qué pasa?
Vuelvo a dejar el móvil sobre la mesilla y, muy despacio, me siento apoyando la espalda contra el respaldo. Tomándose la pregunta como una invitación, se adentra en la habitación: Carlo choca con algo haciendo un estruendo y le escucho gruñir, pero se mantiene andando en mi dirección. Acostumbrado a la oscuridad, veo que anda de forma inestable y su respiración ronca y profunda resuena en el silencio de la habitación. Sumando la hora, más su comportamiento, más que es un día típico de la semana de fiesta universitaria; no hay que ser un genio para llegar a la conclusión de que está borracho.
Se sitúa a los pies de mi cama y comienza a dar traspiés, perdiendo el equilibrio y gruñendo; apoya sus manos sobre el colchón y, finalmente, se quita los zapatos utilizando solamente los pies. Se tira bruscamente sobre la cama, golpeando su cuerpo contra mis piernas; susurro un leve quejido porque, honestamente, no pesa poco y me remuevo para dejarle espacio. Sin embargo, vuelve a gruñir, me atrapa las piernas gracias a su cuerpo y ciñe el agarre con sus brazos.
Mi corazón da un vuelco irremediablemente y mi esperanza se dispara como un cohete, puede parecer que me está abrazando; incluso, aún más imposible, que me esté solicitando atención y cariño. Me riño mentalmente por mi inocencia y me obligo a, por lo menos, parecer frío.
-¿Qué quieres?- rompo el silencio una vez más.
Carlo parece no inmutarse, su respiración es profunda y no se mueve en absoluto, por lo que, empiezo a pensar que se ha quedado dormido, incluso, quizás, inconsciente. Sin embargo, no me atrevo a tocarle para zarandearle como tampoco a moverme bruscamente para irrumpir su extraña paz. Suspiro derrotado y totalmente incómodo con esta posición; cierro mis ojos e intento acomodarme contra el duro respaldo, sin éxito, por lo que, vuelvo a suspirar.
El sueño comienza a atraparme de nuevo y mi compañero de piso continua sin dar señales de vida. Me muevo otro poco, intentando escurrirme hacia el interior de la cama, despacio, con cero intenciones de irrumpir su inconsciencia. Repentinamente, gruñe y se yergue gracias a sus brazos haciendo que me quede inmóvil sintiéndome como si me hubieran visto haciendo algo indebido. Nuestros ojos se encuentran y pareciera que me quedo sin aire; deja un escueto beso entre nuestros labios que me deja aún más anonadado, pero continuo sin mover un solo músculo.
Finalmente, con otro gruñido, Carlo se pone en pie y sin dudarlo ni un segundo, levanta las mantas destapándome casi por completo. El calor de la cama se enfrenta al frío de la habitación; la calefacción se ha apagado hace horas, por lo que, me encojo inconscientemente evitando que el calor abandone mi cuerpo. Con un ligero movimiento de cabeza me indica que me haga a un lado y, todavía demasiado sorprendido como para decir algo, obedezco sin rechistar.
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El Skate de Kobe Bryant
RomanceEstá Noah con su 1'62, una corta melena pelirroja y sus ojos verdes. Tiene un solo amigo: Joaquín y un secreto: el baloncesto. El clásico chico bajito, inteligente y empollón que es el objeto de todas las burlas, pero éste con su malhumor no se deja...