Capítulo 49: Caer

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Que te toque cierre un viernes es lo peor que a uno le puede pasar en hostelería, pero cada día un poco más agradecido de estar trabajando en una cafetería tranquila con un horario normal y con no demasiada explotación laboral.

Sin embargo, las horas pasan demasiado lentas a partir de las ocho de la tarde. A esta hora la gente se está tomando sus primeras cervezas de la noche y prefieren plantearse qué cenar y no comerse un muffin de chocolate con virutas de chocolate y relleno de chocolate. Probablemente esté hablando desde la envidia, pero tampoco podría formar parte del equipo de las cañas porque, al llegar a casa, me esperan los apuntes y las entregas de la uni.

El sonido de la puerta reclama mi atención, pero principalmente la persona que ha cruzado el umbral. Le sonrío al nuevo cliente y éste se dirige hacia la barra.


-Hola, cliente desconocido, ¿qué te pongo?

-Hola, camarero desconocido.- sonríe.- Un café con leche sin lactosa, sacarina y vaso con hielo.

-Es broma, ¿no?

-¿Estás poniendo en duda lo que te pido?

-Joaquín.- me río.- He desayunado contigo miles de veces.

-Es cierto.- se ríe.- Una cerveza, entonces.

-¿Estás tonto o qué?

-¡¿Qué?!- se escandaliza.- Max, desde que no dormimos juntos me tratas fatal.

-¡Eres menor de edad!

-¿Y qué?- se encoge de hombros.- Ni que no me hubiera emborrachado contigo nunca.

-Es cierto.- admito yo esta vez.- Pero, café con leche, ¿no?

-Café con leche.- confirma.


Me alejo para cumplir con el pedido mientras Joaquín me cuenta cómo le va en clase, los exámenes que se le vienen encima del segundo trimestre y su preocupación por la media de sus notas. Escucharlo me hace sentir un poquito mayor, a pesar de que nos llevamos un par de años, tengo la sensación de que el instituto lo he dejado hace mucho tiempo atrás.

El baloncesto, la uni, el trabajo y el problema de mi vida han absorbido todo mi tiempo. Por eso mismo, aprecio la amistad que Joaquín y yo hemos construido. No puedo obviar el hecho de que me ha acogido en su casa siendo prácticamente un extraño, pero, ahora, lo siento como mi hermano de otra familia.

Le sirvo el café junto un buen trozo de bizcocho que, si nadie lo come antes del cierre de hoy, se convertirá en una piedra rancia que nadie va a querer pedir mañana. Noto su mirada algo confusa, pero no duda en hincarle el diente una vez que recibe mi aprobación silenciosa.


-Algo dulce siempre sienta bien después de un intenso estudio.

-Gracias.- dice con la boca llena.

-¿Qué tal están tus padres?

-Les dije que venía para aquí y me han preguntado por ti.

-Tengo que pasarme a verlos un día.

-Cuando quieras.- sonríe.- Pero todo bien, en su línea: mi padre suspendiendo gente y mi madre obsesionada con hacer cambios en casa; lo de siempre.

-¿Qué parte de la casa es su objetivo en esta ocasión?

-Mi habitación.- dice con un resoplido.

-Esta vez estoy de acuerdo con Marta, esa cama nido que tienes no es nada cómoda.

El Skate de Kobe BryantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora