Capítulo 12: ¿La jirafa en mi casa?

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El tiempo ha pasado demasiado rápido. Cuando he querido darme cuenta ya estamos en época de exámenes. Parece que fue hace dos días cuando empezaron las clases y desde que la jirafa y yo tenemos mejor trato. Ahora, los problemas en el instituto ocurren con menos frecuencia y mi relación con él parece que puede llegar a ser una buena amistad. Sin embargo, en este tiempo me he dado cuenta de algo: Ian no es más gilipollas porque no se entrena. No creí que ser gilipollas pudiera formar parte de la personalidad de alguien, pero sí puede. Nuestra rutina es vernos todos los martes, gane o pierda, jugamos juntos todas las semanas. Me gusta tenerle como oponente, su altura es un buen reto, aunque se pasa la mayor parte del tiempo vacilando por lo que puede llegar a ser bastante insufrible.

No obstante, en el instituto, mantenemos la distancia. El Trío Popular no me causan problemas, pero tampoco quedamos para darnos amor y hacernos compañía. Muy de vez en cuando, Ian y yo quedamos para salir algún viernes tarde para pasar el rato, nada serio. Siempre acabamos discutiendo por alguna tontería, donde él dice rojo y yo digo azul. Ninguno quiere darle la razón al otro. También he descubierto que me divierte bajarle de su pedestal de popular. Tiene un ego bastante potente.

Por otro lado, no se ha vuelto a repetir nada de lo que he decidido olvidar como tampoco el volver a la azotea o faltar a clase por su culpa. Ni falta que hace. Aunque debo admitir que creí que, al menos, hablaríamos del tema, pero ambos hemos decidido omitir eso de nuestras vidas.

Para Joaquín, toda esta situación, le resulta incómoda y sospechosa. Todavía no acepta del todo el cambio de Ian, opinión que comparto, pero prefiero no darle mayor importancia. Nos llevamos bien, nada más, y lo que me facilita mucho mi vida estudiantil para que sea algo más pacífica. Además, aunque él no quiera reconocerlo, cada día se lleva algo mejor con David, también conocido como Popular Dos y su compañero de proyecto en Tecnología. Sólo oigo quejas sobre él, pero quejas, no odio ni enfado.

Y, debido a que ya no puedo atrasar más el no tocar ni un solo libro de clase, decido enviarle un mensaje instantáneo, comentándole que el quedar en la cancha queda suspendido durante un tiempo. Al menos, hasta finalizar los exámenes.

Una vez enviado y conocedor de que lo ha recibido, me yergo perezosamente de la cama. Escucho a mi madre subir las escaleras, me mantengo quieto para comprobar adónde se dirigen sus pasos, hasta que peta levemente en mi puerta.


-Noah, arriba, he preparado el desayuno.- su voz suena amortiguada.


Gruño molesto. Me he despertado como si me hubiera pisoteado un elefante mientras dormía. No tenía que haberme quedado hasta tan tarde leyendo. Siempre me digo los mismo, pero nunca lo cumplo.


-Voy.


De nuevo, los pasos de Elisa suenan alejándose. Me levanto con pesadez, me pongo las zapatillas de andar por casa y abro la persiana. La luz del día llena rápidamente mi cuarto y mis ojos se entrecierran por la impresión. También abro la ventana. Suspiro. Hoy debería de empezar a estudiar, aunque sea un poco.

Me encamino a la cocina arrastrando los pies, bostezo sonoramente. Hago una parada en el baño en un vano intento por arreglar un poco mi pelo con complejo de nido de pájaros. Cuando llego a mi destino, cojo el plato con dos caracolas de la panadería, me sirvo una taza de té negro y me dirijo al salón. Allí, pongo uno de los canales infantiles y doy por iniciado mi desayuno dominguero. Poco después, mi madre se une a mí con una humeante taza de café.


-¿Adónde quieres ir a comer hoy?

-Al japonés, ¿te apetece?

El Skate de Kobe BryantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora