Capítulo 12: Es raro

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Ahora tenía otro amiguito: Theo

Era como si el destino lo quisiera cerca mío y a la vez lejos, más lejos que el mas allá.

Nos juntábamos a cenar casi todos los días y alternábamos entre mi casa y la suya. Un día la atención se enfocaba en mi y otro en él y así sucesivamente. Hoy era yo la que contaba como había conocido a Manuel. Estábamos en su casa sentados en el sillón color café, bueno yo estaba casi desplomada abarcando casi medio sillón.

No estamos en terapia pero le faltaba un pelín.

-Nos conocimos en una fiesta el tercer año de universidad por alguna razón nunca lo había visto antes, una amiga me lo presentó. Dejame decirte que esa "amiga" ya no es más mi amiga- hago una pequeña pausa -Era como si decirme ese es el amor de tu vida, andá y buscálo era lo que necesitaba para tener la vida resuelta en ese aspecto. Y lo fue durante el tiempo que duramos, por lo menos para mí.

-Lo vi entre la multitud charlando con sus amigos y no puede evitar pensar que era perfecto, era el sueño de toda chica, alto, cuerpo trabajado pero nada en exceso, ojos marrones intensos y una sonrisa que derretía todo a su paso. Todo el emanaba seguridad, confianza y sensualidad. Se acercó a hablarme porque me vio mirándolo fijamente y no dudo en hacerse el galán, yo estaba temblando como una hoja, me ponía nerviosa. Con 20 años seguía siendo inexperta en ciertas cosas –con la mirada le dije que no pregunte y él se contuvo- estaba muy enfocada en mis estudios no tenía tiempo para salir como lo hacia el resto, pero ese día me convencieron de salir y no me pude negar. Y desde ese día no nos separamos hasta hace unos meses.

-Y ¿así como así?- supongo que estaba intrigado – ¿nunca discutieron o se pelearon por una semana? Es raro.

-No es raro, yo soy rara y siempre prioricé la relación en vez de pelear por cosas que no me gustaban.

-Cosas como cuales- me pregunta rápidamente.

-Que llegara tarde de jugar al futbol- lo miro ya sabiendo porque –que me ignoraba cuando le hablaba por estar mirando el celular, le preparaba la comida lista yo no comía para esperarlo y me decía que ya había comido en el trabajo, cosas así.

-O sea que no todo era color de rosa- me mira de costado.

-No era rosa, pero tampoco era negro y yo aguantaba porque te repito creía que era para toda la vida- me rasqué la mano intentando disimular lo incomoda que me pone contarle esto.

-Te das cuenta que guardarte todo lo que te pasaba no te sirvió de nada- me pregunta mirándome fijamente.

-Si lo sé, y también se que no voy a dejar que me vuelva a pasar- miro la pared, en este momento me resulta muy interesante.

-¿Te vas a morir soltera?- se burla de mi.

-Puede que sí- le saco la lengua –o esperar que alguien me ame y me respete, no pido mucho ¿o sí?- contengo las ganas de salir corriendo a refugiarme en mi cama.

-Claro que no, mirate si sos casi perfecta- lo miro intrigada –si te gustara la nutella- se ríe a carcajadas.

-JA JA JA hoy estas muy gracioso- me cruzo de brazos y no lo miro, no quiero que vea que me estoy riendo.

Levemente toca mis costillas para que me ría, lo saco para que no me toque, no quiero que me confunda más. Siempre intenta acercarse, o rozar mis brazos mientras cocinamos. Estoy en un momento de negación peor que cuando terminé mi relación con Manuel, el hace que no quiera tener ningún tipo de relación sentimental, me provoca pero después me dice que no quiere tener nada serio con todos los problemas que tiene, ¡quien lo entiende!

La histeria es femenina, para que aprendan.

Y llega el momento –es tarde me tengo que ir- me levanto suavemente y estiro mi ropa.

-Sí, es verdad ¿Mañana nos vemos?- lo veo estirarse todavía en el sillón.

-No creo, viene Francesca a comer y vamos a estar concentradas en su casamiento- le digo, el ya sabe que Francesca es una de las pocas amigas que tengo de la secundaria junto a Sam, como ya dije nos contamos "casi" todo.

-Ah cierto, entonces que la pases bien, yo me voy a quedar acá solo- mira con ojitos de cachorro abandonado, quiero tirarme encima y abrazarlo fuerte hasta que se quede sin aire. Por dentro suplico ¡no me hagas esto! No revuelvas más mi cerebro.

Pienso y pienso y me obligo a reaccionar. ¡Vos podes! me aliento.

-Te podes juntar con Mat, Sam come con nosotras- le guiño el ojo.

-Si- exclama –voy a recuperar a mi amigo- no puedo evitar reírme de sus ocurrencias, aunque es cierto que ese para esta muy desaparecido.

-Bueno ahora si me voy- levanto la mano para saludarlo y ahí viene el momento incomodo que quiero evitar.

Me envuelve en sus brazos y quiero hacer lo mismo pero no me lo permito, quiero ser fuerte y no ilusionarme más. Casi como si tuviera asco le doy una leve palmadita.

Con desgano lo veo soltarme nuestros ojos se conectan pero no digo nada no quiero ni abrir la boca porque siento que voy a confesar algo que no quiero, doy media vuelta y me alejo. Cierro la puerta y como todas las noches que comparto con Theo suspiro como si me faltara el aire.

Un balcón entre tú y yo © TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora