➳ Uno.

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— ¿D-dónde estoy?

Un sollozó resonó en aquel oscuro y demasiado estrecho salón. Sabía que alguien más se encontraba con él, podía escuchar aquella leve respiración y aquel peculiar olor a beta. Aseguraba que su nariz se encontraba completamente roja y sus mejillas se encontraban llenas de lágrimas. No podía parar de llorar, no sabía dónde estaba, con quien estaba y mucho menos, que sería de él en el futuro.

— Por favor, déjenme ir—Un sollozó se escapó de su boca—, no los buscaré lo prometo...

Los pasos resonaron por toda la habitación, haciendo que sus sollozos guardaran silencio, más sus lágrimas no paraban de seguir su camino hacia su barbilla. Trató de sacar sus manos de aquel apretado amarre pero no lo logró, quien haya sido la persona que había amarrado sus pequeñas manos en puño y con muchas gruesas cuerdas alrededor de sus manos, era todo un profesional.

— Mhm, no tienes que llorar—Fue la primer oración que aquel beta había soltado—. Me encargaré de que no te vendan a un precio bajo.

Sus pasos continuaron ejecutándose y luego, un estruendoso ruido sonó por culpa de la puerta, la cual parecía ser de un hierro viejo y cada vez que abría, rechinaba de una manera completamente horrible. Al abrir la puerta la luz del día le golpeó sus ojos los cuales se habían acostumbrado completamente a la oscuridad y por el impacto de la luz sus ojos comenzaron a arder, haciendo que más lágrimas salieran de ellos.


Y luego se encontraba completamente solo, en la oscuridad.

Deseaba que de una buena vez su padre se diera cuenta de que las llamadas que realizaba siempre que salía de viaje, antes del almuerzo, no eran contestadas. Deseaba que toda esta pesadilla se acabara y que todos aquellos mal nacidos que estuvieran realizando esta clase de sucesos anti humanos reciban su merecido. Deseaba con toda su vida que todo este sufrimiento que estaba pasando solo fuera alguna clase de broma pesada, deseaba que nada de esto llegara tan lejos. Deseaba que aquello que había dicho el beta no fuera real, no deseaba ser vendido.

— ¡D-déjenme ir, por favor! —Sollozó con fuerza y gritó a como sus pulmones y la falta de agua daban—. Déjenme ir, por favor...

Se encontraba en una sucia y desgasta silla, podía sentir que en cualquier momento ésta se caería. Sus manos estaban dolorosamente amarradas, incluso, podía sentir que poco a poco se le estaba cortando la circulación en una parte en particular de su mano, podía sentir como se comenzaba a marear y su vista se iba de un lado a otro, más solo encontraba más y más oscuridad.

Y de alguna manera, tenía miedo de que la oscuridad cada vez acabara más con él.


🔜

— ¡Encuentren a mi hijo! —Exclamó el hombre más viejo y con una voz gastada— ¡Se han llevado a mi omega y ustedes no hicieron nada, malditos estúpidos!

Todo en la mansión Park se encontraba revuelto en un caos. Solo habían pasado ya unos días desde la desaparición del omega, más solo bastaron dos para que el señor Park se diera cuenta de que algo no iba bien. Las llamadas a su mansión no eran contestadas y según la línea telefónica, tampoco eran recibidas, por lo mismo, decidió cancelar toda cita que tuviera fuera del país y devolverse a su hogar, donde podría encontrar a su omega sano y salvo, pero no, su omega no estaba, y lo único que sus ojos habían captado era el seguro de la puerta forzado ¿es que acaso ninguno de sus hombres había prestado atención?

Oh, pequeño detalle, todos los cuarenta hombres que rodeaban su casa también habían desparecido. Y su conclusión, no era ninguna más que, posiblemente, todos y cada uno de ellos se encontraran dispersos por el territorio de Seúl, muertos.

Finding The Omega ✬ YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora