Capítulo 3: La sorpresa de Dumbledore

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Me desperté de buen humor aquel 1 de septiembre. El reloj indicaba las 9:30 de la mañana, y el desayuno ya estaba listo. Mientras bebía mi té y comía las galletas que Molly había horneado, pensaba en lo emocionante que era volver a Hogwarts.

El año pasado había sido intenso para todos: el asunto de Hagrid con Draco Malfoy, la condena a Buckbeak, pero sobre todo el asunto de Sirius Black. El cual no resultó ser el asesino de James y Lily Potter como se sigue creyendo, sino que era el padrino de Harry, mejor amigo de James y el hombre que había pagado por los crímenes de Peter Pettigrew, o mejor dicho, la maldita rata de Ron, Scabbers. La única cosa que me molestaba de volver era que mi profesor preferido, Remus Lupin, no daría más clases de DCAO por su condición (resultó ser un hombre lobo).

En la plataforma 9 y 3/4, luego de haber revisado varias veces no olvidar nada, todos saludamos a Molly y a Arthur, los cuales una vez mas nos acompañaban hasta la estación. Estuve algo inquieta, tenía la esperanza de ver a mi padre despidiéndose, pero nuevamente, supongo que él no tenía tiempo de venir.

Cuando subimos al tren, Ginny se despidió de nosotros, los gemelos también, así que Harry, Ron, Hermione y yo nos quedamos en el primer compartimiento vacío que encontramos. Enseguida, Ron comenzó con su ritual de moverse sin parar y preguntar sobre la señora de los dulces, y yo pronto comencé a quedarme dormida sobre las piernas de harry.



—¿Cuanto tiempo falta para llegar? —pregunté al despertar, mientras trataba de acostumbrar mis ojos a la luz del compartimiento. Por la ventana se podía observar que el cielo ya estaba oscuro y el sol se estaba ocultando, así que llegué a la conclusión de que dormí una siesta muy larga.

—¿Vas a usarme siempre como almohada de siestas, Ava? —se quejó Harry cuando me alejo de él.

—Lo siento Harry, pero para ello están los mejores amigos.

—Deberías ir a cambiarte —advierte Hermione sin quitar la vista de su libro de encantamientos de este año —, ya casi es hora.

—¿Cuanto tiempo lleva así? —le pregunté a los chicos, viendo cómo ella leía muy entretenida un libro que todavía no habíamos visto. 

—Desde que llegamos. No ha parado de leer en todo el viaje —me respondió Ron, el cual estaba en su asiento rodeado de envolturas de golosinas.

—De acuerdo, iré al baño. Aunque pensándolo bien podría dormir unos minutos mas y...

—Por el bien de mi movilidad suplicaría que no lo hicieras —me interrumpe Harry, así que con una mueca de decepción me pongo de pie acercándome a la puerta.

—No fue tan malo exagerado, ya regreso.

Caminé derecho por el angosto pasillo del tren, hasta llegar a los compartimientos que tenían baños. Al entrar en él vi a Draco Malfoy y a Blaise Zabini, los cuales salían de los baños de hombres.

—Qué horrible te ves hoy Malfoy —le digo con una sonrisa sarcástica. Él me observa incrédulo, mientras acomoda las mangas de su túnica.

—No hay nadie aquí, no tienes por qué fingir —me respondió, y luego dirigió su mirada al moreno —. Blaise, ¿podrías cuidar la puerta?- él asintió.

—No estaba fingiendo —le dije con una sonrisa, a lo que él pone sus ojos en blanco —. ¿Cómo estás, serpiente?

—No tan bien como tú, parece que has dormido.

Outsider - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora