Super Psycho Love

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       No sé cómo no se me ocurrió seguir al tumulto de adolescentes despavoridos. No se porque soy tan jodida a veces.

        Me regaño a mí misma mientras trato de pensar en algo que me saque de aquí. No que me saque de aquí, si no que me evité enfrentarme a mi tutor. No es tan fácil aterrorizarme con algo pero en este momento el miedo me carcome viva. Nunca había sentido un sentimiento más insoportable que este. No tengo palabras ,me tiemblan las manos y me he cansado de decirle a la oficial de guardia que no pienso llamar a nadie. Por mí pienso pasar la noche en la carcel antes de llamar a Blackwood. Los otros que me acompañan me miran con demasiado descaro, los hombres intensamente y las mujeres con mucha molestia.

       —¿por qué te sientas tan recta?
Una mujer algo desaliñada me pregunta mientras se fuma un cigarro.
      —la gatita se cree muy digna a pesar de haber terminado en prision.

La mujer sigue burlándose de mí postura ya que no le presto ni cinco de atención.
      —Vamos perra, a puesto que tú también coges y disfrutas como yo.
Falda extremadamente corta, top rojo, tacones de aguja y manchas oscuras que representan alguna enfermedad venerea. Sigo ignorando a la mujer.

       —no me vas a responder gran puta. Esperas a tu chulo para que te saque o qué.

Si bien puedo llamar al abogado Reynolds como segunda opción, el problema sería si este se quedará con la boca cerrada luego de sacarme de aquí. Yo no le caigo nada bien. Muerdo mi labio inferior mientras planificó mi estrategia y el acto tan patético que estoy a punto de protagonizar.
       —La muy perra me está ignorando, vamos acércate a la reja y déjame mostrarte quién soy ¿Te crees muy fina perrita?

Otro guardia se lleva a otro chico de la sala, el muchacho me guiña un ojo cuando sale de la celda y desaparece con una expresión coqueta.
       —pero mira, si levanta polvo a donde quiera que va. Lo que necesitas es una gran verga para que se te quite lo amargada.

Giro mi cabeza a la celda continua y le regalo a la prostituta mi expresión más glacial. La mujer retrocede un poco pero aún así sigue insultándome. Justo cuando estoy a punto de llamar al guardia para hacer mi llamada, una figura conocida hace su aparición al fondo de la comisaría. Trago duro y trato de invocar alguna oración que me sirva de consuelo.

          Daniel Blackwood recibe la flamante ovación que se merece por parte de todos, por qué hasta la puta de en frente parece haberse quedado sin palabras. Las idiotas de mi celda se sonrojan como tomates y alargan sus cuellos tanto como les es posible.
            Me tiemblan las piernas y me sudan las manos. Estoy al borde del llanto, literalmente estoy muerta. Su mirada ambarina me divisa a través de los barrotes y su expresión fue asesina. Dios santo ¿por qué diablos estaré tan excitada? Sus pasos duros y pesados se dirigieron a mí. Yo solo quería desaparecer. Una que otra oficial le sonríe  coquetamente mientras espera a que me saquen del confinamiento pero ni eso le bastó para que el concurso de miradas diera por finalizado. Me levanto de la banca y sigo a la mujer de unos que otros treinta años.
         —pero que chulo te has conseguido putita. No me digas que logras satisfacer a todo eso por las noches.
        Blackwood se atraviesa rápidamente entre la oficial y yo y me toma bruscamente del brazo. Mi piel arde y mi respiración se corta.
       —ni una maldita palabra-. Sisea entre dientes.
Asiento y me encojo visiblemente avergonzada.
        —Si buscas un coño que te pueda satisfacer aquí estoy yo. Esa gata no te lo haría como yo puedo.
Daniel fulmina a la mujer con la mirada al punto de que realmente la aterroriza. Me arrastra por toda la comisaría y me cuesta no tropezar con las botas de tacón. Me jalonea con fuerza mientras bajamos las escaleras.
          —¡Me lastimas! ¡Basta!    

La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora