Solo podía recordar dos o cuatro momentos en los que mi corazón había latido igual que un río caudaloso, y justo ahora creo que estaba a punto de ser arrastrada por la incesante corriente del caudal.
No sabía qué hacer, por primera vez en mi puñetera vida, yo no sabía ni tenía una maldita pista de qué hacer. Sus labios se sentían fríos contra los míos y solo por un segundo creo que dudo de lo que estaba haciendo.
Yo me quede en blanco mientras Daniel trataba de mover su boca contra la mía a un paso prudente, casi tímido, casi perfecto.
En cuestión de segundos el incendio se propagó por toda la habitación.
Halo de mi hacia arriba sin importarle mi pobre cadera y entonces enterró su lengua en mi cavidad como si no hubiera mañana. Sus dedos acunaron mi cabeza en su vaivén desesperado. Yo no me movía, estaba en un transe, un shock, me dejaba llevar por sus movimientos tal cual si me hubiera despegado de mi cuerpo y me hubiera elevado hacia una dimensión desconocida.
El beso tomaba una forma desenfrenada, salvaje, hambrienta. Me sostuvo más contra su cuerpo mientras yo me ahogaba en oleadas de deseo. Sus manos encontraron un pasaje perfecto a través de alguna parte de mi camisón.
Mi piel quemo en los lugares que aquel vil personaje profanaba con sus hábiles y grandes manos. No había nada en mi mente, tan solo la presión en mi pecho que me hacía querer más y más de aquel hombre.
¿Que tipo de droga era esta?¿una estratégica?
Eleve mis brazos a su cabeza y enterré mis dedos en su sedosos y rizados cabellos.El aire faltaba en mis pulmones pero aún así Blackwood no me permitía separarme del castigo de su boca.
Mordió mi labio inferior, acaricio mis caderas y apretó mi trasero. Yo estaba extasiada y demasiado confundida como para procesar algo.
Prescindió de mí. Trastrabille hacia atrás mientras llenaba mi caja torácica de aire o de sensatez, lo que llegara más rápido.
Lo miré tan roja como un tomate no segura de querer enfrentarlo, pero él estaba ahí mirándome al mismo tiempo que yo me debatía si iba a carcajearse de mí en ese momento. Pero no lo hizo. Me miraba de una manera tan intensa que me dolía. Era como si pudiese atravesar mi piel, atravesarla hasta llegar al fondo de mi alma, como si pudiera conocer mis miedos, mi oscuridad. Como si quisiese liberarme de mi encierro...
Sus ojos dorados estaban más negros que nunca, no era lastima, no era simpatía, no era ningún sentimiento paternal, era pura y simple lujuria. Una lujuria hambrienta y desenfrenada, un enemigo perverso que acechaba detrás de si esperando el momento adecuado para destrozarme. No pestañeaba y yo tampoco, solo nos mirábamos, yo con miedo y él con hambre.
Saltó sobre mí.
Arranco las mangas de mi camisón al tiempo en que yo gritaba. Me estampó contra la pared a poco centímetros de las escaleras y hundió su cabeza en mi cuello. Joder.
Mis piernas temblaban tanto como gelatina, nunca había estado más indefensa. Su boca subía y bajaba por mi cuello hasta el precipicio de mis pechos. Yo todavía no sabía qué hacer.
Estaba confundida ¿Realmente quería esto? ¿Quería que me besara? ¿Qué me acariciara de esta manera? ¿Acaso yo le quería a él? No lo sabía.
Su boca se volvió a estampase contra la suya en un vaivén cada vez más libidinoso. Tomó mis piernas a sus costados y las engancho en su cuerpo apegándome tanto como lo era posible. Estaba aterrorizada.
No podía zafarme, no podía pelear, no podía hacerlo porque no sabía si debía hacerlo contra él o contra mis propios deseos.
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La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]
RomanceLuego de un trágico acontecimiento que culminó con la muerte de sus dos padres. Leighton Ricoletti acaba bajo el cuidado del que será su nuevo tutor. Un ser para su parecer despreciable y cruel, un hombre tan oscuro y manipulador que supondrá un ver...