If I Could Fly

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Frío. Dolor. Oscuridad. Y luego, sencillamente un calor delicioso. Siento la punzada de dolor en mi cadera y mi respiración vacilante en mis pulmones. ¿Donde estoy?
Parpadeo varias veces y tomo conciencia en donde me encuentro. ¿La bañera? Pero este no es mi baño. El olor a sales de lavanda invade el ambiente, y por un segundo tengo tiempo de relajarme pero desafortunadamente los eventos anteriores llegan acompañados de una serie sucesiva de maldiciones.

Esperen un segundo.

¡¿Acaso estoy desnuda?! ¡Santa mierda!

Entró en pánico, y el agua de la bañera cae al suelo desproporcionalmente mientras trato de agarrar una toalla, pero a quien engaño, mi rodilla está completamente jodida y ni hablar de mi propia cadera.

—Veo que has despertado.

Santa mierda.

Daniel me regala una extraña mirada desde el umbral de la puerta. Bajo la mirada completamente roja y trato de cubrir mi lacerada piel.

—Nunca te han enseñado a tocar las puertas—. Murmuró completamente avergonzada.

Daniel se encoge de hombros.

—Necesitaba asegurarme que todavía siguieras viva.

—¡Pues ya me has visto! ¡Ahora vete!

La carcajada quemo en su garganta.

—Me temo que no puedo hacer eso mi querida Ricoletti. Después de todo todo esto ha sido por causa tuya.

—¡¿causa mía?! ! ¡Yo no lo obligue a enloquecerse!

Pero esta vez no obtuve respuesta de él. Su expresión continuaba impasible. Se acercó a la bañera e inmediatamente retrocedí lo más que pude. Tomó un trapo del lavado y lo remojo en lo que parecía una combinación de sales que despedía un olor delicioso.

—Date la vuelta.

—¡¿Qué?!

—Estás hecha un desastre. Necesitas lavarte y desinfectar las heridas.— volvió a remojar el trapo con indiferencia y me dirigió una desinteresada mirada—. Rápido mocosa, no tengo toda la noche.

—Tú-tú-me quitaste la ropa.

Abracé mi cuerpo lo más que pude y en calor de mi cuerpo aumento con la mirada fulminante de Blackwood, estoy aterrorizada. El hombre puso los ojos en blanco.

—Por si no te has fijado todavía tienes las bragas puestas. Además no miré demasiado, no es que tengas mucho para mostrar ¿querías que te dejara morir de frío, mocosa?

—Yo-yo puedo hacerlo sola. No es necesario que este presente.

—Adelante intenta moverte.

Pero él tenía razón, mis brazos estaban tan entumecidos que a duras penas podía usarlos como protección, mis piernas estaban literalmente quebradas y mis manos tan ensangrentadas que dude varias veces si era capaz de agarrar la toalla. A quien engañaba, no podía moverme.

Suavemente gire mi cuerpo sobre mi tronco y creí escuchar el crujido de mis huesos. Retire mi cabello embarrutado en tierra hacia delante y apreté fuertemente los ojos.

¿Que diablos estoy haciendo? Estoy jugando con fuego Luego de haberme quemado ya.

Casi pude sentir su sonrisa. Suavemente sus manos tocaron mi piel. Joder.

Movimientos suaves limpiaban el barro de mi espalda y un calor insoportable me hacía querer apretar las piernas. Su aliento caliente golpeó en mi nuca.

La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora