Cuando la bala atravesó el delgado cuerpo de la pequeña y delicada pelirroja no se escuchó grito alguno. Su mirada se enturbió y pudo sentir el momento exacto cuando su corazón se rompió en dos.
En un recuerdo lejano una hermosa mujer sostenía a una pequeña niña en brazos, le recitaba canciones y cuentos de princesas en varios idiomas. En un recuerdo lejano las dos mujeres, madre e hija jugaban a las muñecas, a las tasas de té y a los príncipes azules, en un recuerdo lejano la joven rubia le decía a su pequeña pelirroja cuanto la amaba.
Y lo hacía, al menos en ese entonces.
Leighton apretó los dientes dejando que las lágrimas fluyeran de sus vidriosos ojos cada vez más entumecidos y distantes.
El revólver tembló entre los dedos de la rubia y un gemido parecido a un graznido salió de la boca de la joven mujer, pues de alguna u otra manera observaba al ser que le dio la vida desplomarse frente a sus ojos.
¿No se supone que debería ser al revés? ¿No siempre es la niña la que le arrebata allá vida a la madre en el momento del parto? ¿no se supone que es la madre allá que entregaría la vida por su hija y su felicidad? No se supone... que mamá es la que debe de protegerte de toda pena.
Leighton había sido desafortunada incluso en aquello.
En cuestión de segundos Martha sucumbió en sollozos estridentes, soltó el arma y acurrucó a su pequeño petirrojo entre sus brazos. Limpiando cos sus manos el desastre de sangre que escurría por su cuerpo.
¡¿Qué diablos había hecho?!
¡¿Qué diablos había hecho?!
¡¿Qué diablos había hecho?!—¡Aléjate de ella! ¡Maldita bruja!
El esbelto hombre corría a socorrer a la joven que se desangraba contra el suelo. Sus ojos muy abiertos, el corazón en la mano y un montón de telas de ropa con las que a duras penas contenía la estridente escena.Los gritos se hacían cada vez más sofocantes, los tirones y los forcejeos al igual que la sangre solo dejaban espacio para el terror.
El pelinegro ahuecaba con desesperación la cabeza de su pequeña esposa y presionaba con fuerza la sección donde la bala había traspasado, su mandíbula apretada y los gritos eran solo retenidos en su garganta solo por no perder la noción de lo que era realmente importante.Nunca en su vida había tenido tanto miedo.
A aquello sabía el miedo.Su voz estaba atascada en su garganta, sus susurros apenas eran audibles, incomprensibles, un montón de palabras revueltas que no tenían sentido alguno pero que de alguna manera se derramaban de su boca.
Leighton no podía irse, no podía abandonarle, se lo había prometido, el mundo no podía arrebatársela así como así. —¡No puedes dejarme! ¡Me escuchaste!¡no puedes hacerlo! Si lo haces soy capaz de ir a buscarte al mismísimo infierno y créeme no querrás verme enojada ¡te lo prohíbo Leighton, te prohíbo que me dejes!
Los orbes azules perdían su brilla con el pasar de los minutos, dispersos y atontados miraban el espectacular cielo que se alzaba frente a su rostro.
Martha no exclamó palabra, su mente había ido a parar a otro lugar, a un lugar mejor donde alguna vez le había dicho a su pequeña pelirroja que siempre la protegería.
Colgó el celular de su oreja y trastrabillo nerviosa al lugar donde el pelinegro lloraba amargamente por la vida de la pelirroja.
Sus brazos trataban de detener el sangrado de su hombro, sus labios de mantenerla despierta y su lágrimas de despertar en ella, el deseo por vivir.
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La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]
RomanceLuego de un trágico acontecimiento que culminó con la muerte de sus dos padres. Leighton Ricoletti acaba bajo el cuidado del que será su nuevo tutor. Un ser para su parecer despreciable y cruel, un hombre tan oscuro y manipulador que supondrá un ver...