El primer golpe fue lo suficientemente fuerte como para dejarme desecha.La segunda patada fue un poco peor que la primera.
En la quinta patada deje de contar.
En la décima supe que nadie vendría a rescatarme.
Y finalmente cuando la oscuridad apagó mi conciencia con un suspiro, pude permitirme gritar.
Conozco todo tipo de blasfemias así como conozco todo tipo de miserias. Las desgracias de los hombres no se reducen solamente a hambre, a frío, a enfermedad y a sed, hay mucho de por medio en el sofocante calvario al que llamamos vida. Escapé, sí, lo hice. Escapé pero no lo hice sola, no pude evitar traerme conmigo todo lo que pensé enterrar.
Escapé.Pero no por las razones correctas, no por algo que pueda llamar orgullosamente, una decisión sensata. Tenía miedo. Nuevamente había sucumbido en las traicioneras faldas de la negrura, la ofuscación, y por dios santo, la oscuridad.
Tengo miedo.
Mis manos tiemblan descontroladamente a razón del frío matutino, el olor a sal, el olor a frío, el aroma de una llovizna previa, y una decisión que destruye lo poco que queda de razón.
Sé que mi cara está empapada en lágrimas, mis labios completamente rotos, y por si fuera poco, el dolor en mi cadera y costillas todavía me dificultan la labor de respirar. Pero que más daba, no era como si pudiera regresar, no era como si lo quisiera y no era como si lo necesitara.
Tan solo era miedo e incertidumbre.
Frente a mí se alzaba mi supuesta tabla de salvación, mi camino de la vergüenza, y la embarcación que me llevaría a Noruega.
Ya no había rastro de esa otra Leighton obstinada y determinada que llegó a Londres para afrontar su destino con sus mejores armas. A esa chica la habían roto de nuevo.
Y como buena muñeca rota, permanecería rota hasta que por obra de otro milagro cerrara sus propias abiertas y dolorosas cicatrices.
La culpa me carcome así de tanto como me merezco. ¿Quién podría ser la arquitecta de mi propia desgracia si no soy yo misma? En este solo acto de valentía esta una oportunidad de reconciliarme conmigo misma, porque no pretendo culpar a nadie más de mis propios errores. Al menos en eso, no pretendo ser una cobarde.
La nefasta negrura, el lantente pesimismo y las horribles memorias de lo que fue y volvió a ser.
Debo huir a Noruega, debo encontrarme con Tia Verena, debo sanar.
Pero su rostro no desaparece de mis delirios, su sabor tampoco lo hace de mis labios, su olor de mi cuerpo, su tacto de mi piel. Yo era la chica que había jurado no pertenecerle a nadie, la independencia debe ser el emblema de toda mujer, y yo había escupido en ese emblema.Mi alma ya no me pertenece, yo ya no me pertenezco. Y eso es a lo que le temo tanto. Mi mayor miedo se ha vuelto realidad.
Destruí a Louisa con mis palabras, me envenene yo misma, y quisiera o no aceptarlo, Daniel Blackwood se había robado lo poco de bueno que quedaba en mí.
Apreté mi mochila a mi pecho y hice mi mejor esfuerzo por avanzar con seguridad hasta el barco. No fue tan difícil después de todo, porque no hay nada que el dinero no solucione cuando se trata de las vacuidades de la vida.
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La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]
RomanceLuego de un trágico acontecimiento que culminó con la muerte de sus dos padres. Leighton Ricoletti acaba bajo el cuidado del que será su nuevo tutor. Un ser para su parecer despreciable y cruel, un hombre tan oscuro y manipulador que supondrá un ver...