¿Puede un momento durar para siempre?
La respuesta es sí.
Pero este para siempre fue demasiado corto para mi gusto.
—¿Como has dicho?—. Su respuesta quedó suspendida en el aire.
Sus gráciles dedos dejaron mi cara en cuestión de segundos, de repente se alejó de mí con un movimiento rápido. Salió de la bañera completamente empapado dejando con la palabra en la boca, literalmente.—¡Espera! ¡Daniel! ¡No te vayas! ¡No quise decir eso! ¡Espera!
Con muy poco éxito y aplacando lo más que podía mi brutal humillación, me tambaleé en la pieza de mármol. Moví mi tronco con sumo cuidado, en ángulo perfecto de noventa grados fuera del agua. Bien, ahora solo faltaban La piernas. El dolor era insoportable, y el hecho de estar toda resbaladiza no colaboraba demasiado.
Ajuste mis ensangrentadas manos por debajo de mis muslos y los cargue fuera de la tina. Toda una invalida.
Hilos de sangre caían por mis piernas y el agua chorreaba desde mi cabello al piso. Ahora solo faltaba ponerse de pie. Sentada en el fino alabastro de baño me sostuve del inodoro contiguo y de alguna manera mi cuerpo tomo una posición enteramente vertical.
Era un saco de patatas, y como buen saco de patatas, resbale precipitadamente hacia el piso.
El aullido que salió de mi boca, no lo reconocí ni yo misma. Dolía. Maldicion como dolía. Y ahora que sería de mí.
Lágrimas de frustración empañaban mi visión mientras el latigazo en mi torso se hacía cada vez más ardiente.
—¡Pero qué demonios! ¡¿En que mierda estabas pensando?!
Daniel arrojó la toalla que traía en sus manos hacia un lado y se acercó a mí, no muy seguro de como ayudarme.
—¡No me toques! ¡No lo hagas!
—¡Y cómo diablos piensas que te voy a levantar! Realmente eres un caso mocosa, algunas veces dudo de tu sentido común.
Lo miro enfurruñada pero me dejo llevar. No estaba en posición de pelear.
Daniel se posiciona detrás de mí. Se remanga su empapada camisa y cruza sus antebrazos por debajo de mis axilas.
—¿Estás lista?
Hala de mí hacia arriba enganchándome contra su cuerpo. Grito una que otra maldicion pero al final chocó contra su fuerte pecho. Todo a mi alrededor da vueltas y siento como si fuera a vomitar sangre. Daniel trata de acomodarme sobre sí para evitar que flexione mi cadera pero el dolor es demasiado fuerte ya.
Abraza mi vientre con sus grandes brazos provocándome un millar de sensaciones. Su aliento amentalado golpea en mi nuca. Lo que me es imposible de ignorar son sus antebrazos acunando mis pechos con su enganche. Juro que voy a gemir.
—Necesito que me ayudes. A la cuenta de tres caminas—. Apretó más su cuerpo contra el mío de modo que su barbilla encajaba perfectamente en mi hombro.— Uno, dos y tres.
Torpemente arribamos en mi habitación, Daniel me alcanzó una toalla y me acomodo en el sofá. Envuelta en algodón me decidí a mirarlo.
—Gracias—. El débil murmullo fue tragado por su impasible mirada, y de inmediato me arrepentí.
Tomó algo del cajón de mi tocador y se acercó hacia mí. Era un cepillo. No dije nada. El utensilio bailaba en sus manos mientras cepillaba mi enmarañando cabello, el roce de sus dedos en mi cuero cabelludo me obligaba a cerrar los ojos. Parecía disfrutar de la tarea, al punto de que se le veía muy concentrado en lo que hacia, tanto que daba miedo.
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La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]
RomanceLuego de un trágico acontecimiento que culminó con la muerte de sus dos padres. Leighton Ricoletti acaba bajo el cuidado del que será su nuevo tutor. Un ser para su parecer despreciable y cruel, un hombre tan oscuro y manipulador que supondrá un ver...