Flashback

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Dicen que la curiosidad mató al gato pero lo cierto es que un gato tiene más de una vida.

Al final del pasillo de la cocina está la puerta de una habitación que para mi parecer es la más terrorífica de toda la casa, el estudio de Blackwood.
Mis pies avanzaron hasta la puerta de madera caoba como si se se tratase de una violacion de seguridad a la NASA. Mis rodillas temblaban como gelatina y mis manos sudorosas casi no pudieron aferrarse a la manija de la puerta la cual no se movió ni un centímetro ¿por qué le pondría llave a esta habitación? ¿Que habría allá dentro que no quería que nadie viera? Me sentía como la esposa de Barbazul a punto de ser asesinada luego de haber abierto la puerta prohibida. Gracias al cielo está no se abrió.

Me arrojé al sofá de la sala y encendí la televisión, trágicamente estaban pasando una serie empalagosa y romántica, lo cual hizo preguntarme deliberadamente si de casualidad Blackwood tenía novia ¿como sería la mujer? Me imagino que muy hermosa porque viéndolo a él cómo está, no creo que ninguna chica quisiese sentirse opacado por su novio. Sin embargo Blackwood no tenía el aspecto de un Playboy o de un jugador, era demasiado tarciturno y serio para eso.

       Las ocho de la noche suenan en el reloj y por alguna extraña razón mi corazón se acelera con ímpetu. Repasó la vista alrededor de la solitaria salita de espera, apago él televisor y camino despreocupadamente hacia las escaleras.
Justo cuando pongo un pie en el vestíbulo la figura de un hombre tropieza contra mi cuerpo. Caemos estrepitosamente en el suelo de madera y su cuerpo aplasta el mío asfixiándolo hasta la muerte. Este hombre era enorme. Su aroma varonil invade mis fosas nasales y sus fuertes brazos ahogan mi cuerpo en una posición vulgarmente comprometedora. De repente me veo reflejada en sus ojos y su aliento golpea el mío en el momento en el que nuestras narices se tocan ¡estamos demasiado cerca! Sus ojos están inescrutables y sus labios fuertemente apretados, pero yo, yo solamente logró sonrojarme vergonzosamente.

Lo empujó hacia arriba tanto como puedo y este no se mueve ni un centímetro solo sigue mirandome divertido.
        —Dime mocosa ¿te pongo nerviosa?
No respondo y mi cara enardecida me termina traicionando.
        —solo quítese de encima.
         —Y qué si no lo hago.

Su respuesta me deja sin palabras, realmente el amargado de Blackwood estaba disfrutando de mi vergüenza. Pero la acción que lo secunda a continuación estaba mucho más allá de mi entendimiento. Con suavidad acaricia la línea de mi cuello desde mi quijada hasta el hueco que se forma al inicio de mis pechos. Maldita la hora en la que escogí una pijama que mostrará tanta piel. Su dedo se queda justo ahí, al borde del precipicio y yo sigo mirándolo con los ojos abiertos como platos. Baja su cabeza al hueco de mi cuello y su aliento sopla suavemente sobre mi piel, enviando poderosas descargas eléctricas al resto de mi cuerpo. Lo escucho susurrar claramente.
—Tú no me provocas nada.
Se levanta de encima mío y una carcajada resuena en toda la habitación. Sigue burlándose de mí mientras yo sigo sobre el suelo. Inesperadamente no me siento humillada o enojada luego de su desagradable desprecio. Mientras el sigue riéndose de mí yo lo miro anonadada sin poder creerme lo que tengo frente en frente mío, jamás en mi vida había visto a un hombre tan guapo como aquel.

Llevaba Su cabello desordenado por detrás de sus orejas y un par de rizos rebeldes  se movían sobre su frente al mismo ritmo que sus carcajadas. Sus ojos brillaban como dos aureolas perfectas y la risa solo lo hacía verse más y más atractivo. Dios. Mi estómago cosquilleó y el sonido de mi corazón retumbó en mis oídos.De repente solo dejo de reírse y su mirada se fijó en la mía.
—¿Por qué diablos sonríes?
Negué con la cabeza rápidamente y desvíe mis ojos a otra parte. Yo ya estaba roja. Apreté mis brazos a mis costados para liberar tensión y le regale otra sonrisa ladina.
—Es bueno verte sonreír Blackwood.
Rápidamente huí de la escena avergonzada y camine escaleras arriba.

Una vez encerrada en mi celda. La auto compasión látigo a mi ego. Por supuesto que yo no le provocaba nada. Por algo me llamaba mocosa o niñita cada vez que me veía. Yo no estaba cien por ciento desarrollada y todavía me faltaba mucho si quería convertirme en mujer. No iba a ser el primer y último hombre que me despreciaba de esa manera pero aún así el hueco en mi pecho parecía hacerse más grande. Eleve mis piernas en la pared y recosté mi espalda en el piso. Traté de tomar aire y de calmarme pero simplemente, solo llore tanto como me fue posible, y de alguna forma el llanto me hizo sentirme más humana.

La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora