Dangerous Love

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La exuberante pelirroja dirigió su mirada al conjunto de estudiantes conglomerados frente al elegante edifico. Acomodó su blusa, su pantalón y se pasó sus delgados dedos por sus cabellos escarlata.

La chica no podía superar los dieciocho años de edad, aún así, poseía una extraña belleza repleta de erotismo y sofisticación, sus pantalones le quedaban holgados colgando de sus redondas caderas, llevaba puesta una blusa manga larga de lana que se ajustaba a sus pequeñas curvas, unos tenis corrientes y una coleta en lo alto de su cabeza.

Aún así, la imagen que propinaba destilaba una arrogancia seductora.

Podía recordar el primer día de clases como si hubiese sido ayer, Solo le bastaron diez segundos para atravesar la puerta principal y ser la causante de una decena de miradas furtivas y deseosas. Cuando Dan Tucco detalló a aquellas belleza pelirroja con la expresión ácida y peleona en su rostro, supo que aquella chica debía ser de él.

No fue fácil seguirle el paso durante los días siguientes, y de alguna manera no encontraba el momento adecuado para acercársele como le gustaría. Su nombre era Leighton, y era nada más y nada menos que una Ricoletti. Si no estaba mal era la hija del matrimonio que había fallecido unas semanas atrás, tenía un tutor, y era huérfana.

Sin embargo, no había ni una pizca de vulnerabilidad en aquella diosa pelirroja. Era hosca,antipática y la mayor parte del tiempo se la pasaba sola. Lo poco que había conversado con alguien, le había conferido el adjetivo de indeseable y ser demasiado lista para su propio bien. Sin embargo, a leguas se notaba que meterse con ella no dejaba a nadie bien parado.

Dan había perdido las esperanzas con Leighton, cuando Louisa Tamelet se había auto declarado su mejor amiga.

Aquella combinación entre la facilona Pero increíblemente amigable de Tamelet con la hosca y seca Ricoletti era un chiste encarnado en basura. Pero al parecer, el teatro resultó funcionar.

Y se le ocurrió lo de la fiesta, e invitó a Tamelet con la esperanza de que llevará a Leighton.

Tucco se declaró obsesionado con esa imponente chica, acosarla y observarla en la distancia ya no le era suficiente. Quería tocarla, besarla, suavizar ese carácter de mierda que asustaba a todo el mundo, había algo en Leighton que le resultaba atrayente, adictivo, y misterioso, y no sólo era su apariencia física, era su esencia, su dolida y rota esencia.

Pero Leighton era Leighton. Y Leighton no era tonta, sabía desde hacía días que Tucco la tenía en la mira como un lazarillo molesto y patético.

¿Lo de la fiesta?

tal vez una excusa barata para entretenerse un rato, ver que tenía que ofrecerle Dan Tucco, ver qué tan interesado estaba en ella y quien sabe, jugar un poco con él.

Y efectivamente, le terminó aburriendo.

Y al parecer ahí terminaba zanjado el tema.



Como bien decía, la pelirroja se acomodó su cabellera escarlata sobre sus hombros y reparo en la imagen del pequeño espejo incluido en el caro Lamborghini de su tutor.

El pelinegro acomodó su corbata y abrochó sus pantalones, el traje se le había arrugado por completo y ya se le estaba haciendo tarde para arribar a su trabajo.

Observó a la joven de pómulos altos y barbilla elegante junto a él y se relamió la boca. La chica era adictiva, y si la seguía viendo de esa manera nunca llegaría a firmar el contrato con los sudaneses.

—¿Segura que quieres ir a clases hoy? Podríamos encontrar otras maneras de matar el tiempo.

Leighton frunció la boca y lo fulminó avergonzada. Jodido hombre. Siempre jugando con su pequeño corazón.

La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora