Las maletas volaban por la habitación, al mismo tiempo que los gritos de Louisa, y que la desesperación por dejar el lugar lo antes posible.
Me había encontrado, de modo que mis padres también lo habían hecho. Era cuestión de tiempo para enfrentarlo de nuevo, y no estaba segura si tenía la suficiente fuerza para hacerlo. Mis manos no podían sostener el pasaporte y las tarjetas de credito sin dejarlas caer al suelo.
Con mis piernas tambaleantes y mi respiración agitada fui capaz de sostenerme del inodoro y botar el contenido de mi estómago en su totalidad. No estaba llorando, no estaba gritando, estaba al limite de la locura y la razón.
Louisa me mira preocupada al verme arrojada en el piso del baño a los brazos de un ataque de nervios.
—Maldicion Ricoletti, no ahora, tenemos un tren que tomar.
Siento sus fríos dedos amoldarse a mis lánguidos brazos en un instante que parecer durar horas. Soy capaz de levantarme.—No puedo hacerlo—digo en un susurro—No puedo verlo de nuevo, me acabaría por completo.
Louisa se apega a mí a modo de abrazo, y su calidez me resulta reconfortante.
—Lo sé tonta, por eso es que debemos irnos de inmediato.
Asiento recuperándome. Es verdad. Es verdad. ¿Que hago aquí tirada perdiendo el tiempo?
Corro tanto como mis pies me lo permiten y solamente empaco lo necesario. Después de todo Molde no es Milán. Tamelet marca un Número desde su pequeño Nokia y me hace señas indicándome que avance a la salida posterior del complejo de apartamentos.
Doy un último vistazo al pequeño lugar que me guardo escondite por al menos una semana y cierro la puerta tras de mí. Deseando poder escapar de nuevo. Lejos de todo, lejos de él.
Louisa vocifera con la tiquetera por unos minutos más mientras yo sostengo mi cuerpo contra una pared magullada, el aire frío me arranca unos que otros suspiros, y en mi estómago una sensación de vacío me provoca más arcadas.
—¡No me ha oído! ¡Mi compañera está a punto de desmayarse! ¡Necesito esos boletos para ya!
La mujer con el escandaloso labial púrpura se muestra inflexible, y yo, yo no me siento completamente en mis cabales para obligar a la mujer a darme esos boletos.
Aprieto mis párpados contra mis mejillas y las lágrimas traicioneras empiezan a fluir.
¿Por qué simplemente no podía escogerme a mí?
Le hubiera dado todo.
Yo era suya.
Lo era.
Era.Y simplemente explotó en un mar de lagrimas. Soy consciente del escrutinio público, soy consciente de que estoy tirada en el suelo armando el peor de los berrinches, soy consciente. Y no me importa.
Entre sollozos y quejidos observo a Louisa tratando de levantarme del suelo, repitiéndome una y otra vez que debía ser fuerte, que debía aguantar, que todo estaría bien. Cuando yo sabía que nada de eso era cierto.
—¡Solamente haz que se detenga! ¡No puedo soportarlo!
Y era verdad. Más lágrimas salían de mis ojos al punto de que mis nudillos estaban blancos de tanto apretar mis manos.
—Joder, denle los boletos a la pobre chica—Escuche vociferar a alguien, seguido por una horda de reproches en contra de la mujer que vendía los tiquetes.
Y los obtuvimos,pero eso no calmo mi llanto.
Lo último que escuche decir a Louisa fue algo relacionado con conseguir agua. Y luego, una oscuridad apremiante que me susurraba versos en latín.
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La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]
RomanceLuego de un trágico acontecimiento que culminó con la muerte de sus dos padres. Leighton Ricoletti acaba bajo el cuidado del que será su nuevo tutor. Un ser para su parecer despreciable y cruel, un hombre tan oscuro y manipulador que supondrá un ver...