The Robin and The Fox

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Los brazos de Daniel se aferraban a mí como si se tratase de su último aliento. Las luces sobre mi cabeza aturdían lo poco que me quedaba de razón y la sensación rasposa y seca de mi garganta era un indicio de cuán alto había gritado.

No podía dejar de llorar, el terror se había apoderado de mi cuerpo dejando indefensa ante la inminente crisis de nervios. Había tanto que había soportado estás ultimas semanas, tanto, y sencillamente ahora lo estaba dejando salir. Mis labios temblaban y me sentía tan pequeña y vulnerable. No tenía control sobre mí misma.

—¡Leighton! ¡Mocosa!

Los gritos de Daniel se escuchaban distantes mientras Maura me miraba horrorizada. No quería ser sumergida en la bruma de nuevo. No quería volver a ese lugar oscuro de nuevo. No podía permitirme desmayarme y por eso estaba dispuesta a tragarme mi orgullo y la poca sensatez que me quedaba.

Daniel entorno sus ojos preocupados a la pequeña figura encogida en el piso del baño. Sabía que me estaba tratando de decir algo pero aún así no lograba poner en orden mi mente. No lograba concentrarme. Su rostro tomaba la forma de tantas caras que antes había conocido, tantas facetas a las que me había acostumbrado, tantos nombres que con facilidad ignoré.

No te duermes.
No te duermas.
No te duermas.

Juro que hacia todo lo posible, no fue hasta que Daniel me alzó en brazos que el resto de mis articulaciones reaccionaron en cadena. Fue como un corto circuito que al fin y al cabo se sintió bien. Me llevo en brazos hasta lo que parecía ser su habitación y pude jurar que mando a Maura a por algo. Mi mente hallo por fin las palabras correctas.

—Te odio—.murmure hastiada.

—Desafortunadamente para ti yo pienso lo contrario.

—No dejes que me duerma—.mas lágrimas revolotearon en mis mejillas porque esa última petición sonó más desesperada de lo que imagine.

Nunca había estado en su cuarto antes y sorpresivamente se sentía demasiado familiar. Su cama tenía su delicioso aroma. Yo estaba en su cama. Acostada en su cama, en su lugar de descanso.
La idea me resultó pervertida pero me ayudó a distraerme de la horrible sensación de vacío que se extendía por todo mi cuerpo. Estaba tan jodida.

—Te odio tanto.

Daniel no me respondía, su mirada seguía siendo indescifrable, impasible, fría,dura e inesperadamente dolorosa. No sabía si podía confiar en esa reacción, porque no sabía si podía confiar en él de alguna forma.

Saben algo. El ser humano es una criatura interesante, un animal de lo más desarrollado, un ser que no solo es capaz de pensar por sí mismo si no también de autoaprehenderse con facilidad. Posee conciencia, razón, raciocinio, lógica, pero aún así, aún pudiendo ordenar el mundo de la manera que se le antojase tiene una inclinación exorbitante hacia el caos.

¿Por que no aprender de los errores pasados? ¿Por que someternos a nosotros mismos a tantas humillaciones? ¿Por que ese deseo insaciable por hacernos sufrir?

Me pregunto sinceramente que tan humana soy en ese aspecto y me encuentro con que mi respuesta no me gusta nada. Será verdad entonces que el hombre es un lobo para el hombre y que estamos hechos a base del caos.

Tenemos siempre nuestras armas cargadas junto a nosotros esperando el momento oportuno para dispararlas contra quien sea.

Los sentimientos son los traicioneros, los caprichos y pasiones que siempre me esforcé en contener. Dime Leighton ¿no sirvieron de nada los treinta y cinco azotes que te llevaste cuando eras niña en cada uno de tus brazos, o los correasos sobre tu espalda, o los golpes en el resto de tu cuerpo, o el encierro tortuoso dentro de ese jodido closet? Los monstruos que viven debajo de nuestras camas no son nada comparados con la maldad que fluye a través de cada persona.

La Jaula del Petirrojo [Con pecado concebido *01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora