11. Evadiendo verdades

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Aparecemos en la oficina de Orochimaru, en otra de sus tantas guaridas. Me quedo de pie, en medio de la sala, mientras veo cómo mi jefe se sienta en la cama que ya tenía preparada. Kabuto lo ayuda y también lo arropa; por su parte, Sasuke también se queda de pie, en frente de mí.

—¿Tenías un collar que te regaló Naruto? —me pregunta. Noto que Kabuto y Orochimaru nos miran de reojo.

—Sí —respondo con sinceridad—, pero lo conservé por lo que dije antes —miento.

Sasuke se gira y noto algo en su mirada. Ese "algo" es una sensación que jamás había visto en él.

—¿Segura que solo fue eso? —me pregunta. Asiento con la cabeza.

—______ —me llama Kabuto—, ven conmigo.

Dejo de mirar a Sasuke y camino hasta Kabuto, lo más rápido posible para no sentir más el dolor de mi tobillo (el cual se hincha cada vez más). Me ofrece una silla al lado de la cama de Orochimaru y no dudo en aceptarla. Pareciera que mi tobillo está en llamas.

—¿Cómo te lastimaste? —me pregunta y comienza a aplicar ninjutsu médico.

—Una roca de la explosión me golpeó. No logré esquivarla a tiempo.

—Ya veo...

La puerta se abre y se cierra: Sasuke se ha ido a no-sé-dónde. Miro unos segundos la puerta, pensando en los próximos sucesos en la vida de mi Uchiha. «No sabes cuánto me dolerá que descubras lo de Itachi», pienso y siento una punzada al pensar en su hermano. «Es un gran shinobi.»

—¿Y Moitse? —me pregunta.

Hago una mueca por su tacto al colocarme una gasa en la herida.

—No creo que haya salido de la explosión —miento. No planeo decirle la verdad.

Observo cómo termina de vendarme el tobillo y me ayuda a levantarme.

—Será mejor que descanses, querida ______ —me dice Orochimaru—. Necesito que estés fuerte para un entrenamiento que te daré pronto.

—Lo haré —digo—. Por cierto, ¿qué clase de entrenamiento?

—Te ayudaré con la segunda fase de mi sello maldito.

(...)

Los siguientes días se llenan de dolor, cansancio e ira —ignorando el hecho de que Sasuke no me ha vuelto a hablar—. Mi rutina consta de levantarme justo al alba, salir al campo de entrenamiento, practicar la segunda fase del sello, invocar, y volver a la guarida. No he tenido tiempo de practicar con mi kekkei genkai.

—¡Hazlo una vez más! —me grita Kabuto, quien me ha estado enseñando todo, ya que Orochimaru no puede.

Hago unas posiciones de manos.

—¡Jutsu de invocación! —estrello mi mano con el suelo.

Un pequeño búho aparece en frente de mí. Es tan pequeño que no sobrepasa los 20 centímetros de altura.

—¿Qué es lo que quieren? —me pregunta. Lo fulmino con la mirada y hago que desaparezca.

—Si sigues así, no lograrás invocar a tu propio búho —me advierte.

—Ya me cansé —ignoro sus palabras.

Sin importarme sus órdenes, me alejo hacia la guarida, con las intenciones de descansar y recuperar chakra.

—Debo ir a una misión. Avísale a lord Orochimaru —pide.

—No soy tu mensajera.

Ignoro su petición y acelero el paso; por suerte, mi tobillo está mucho mejor, aunque aún debo cubrirlo con una venda. Ahora solo queda una pequeña marca de la herida.

Llego hasta mi dormitorio minutos más tarde. Me encierro y me recuesto en la cama. Pero no duermo, ya que una duda aparece en mí. «¿Qué estarán haciendo mis amigos de la Hoja?». Me levanto de la cama y me siento en el suelo de forma cómoda. Después, transporto mi mente a la Aldea de la Hoja. Vuelo a través de las casas y calles, buscando a alguien. La noche está llegando, por lo que acelero mi velocidad y busco con mayor detenimiento. Entonces, escucho un grito. Sin dudarlo y casi por instinto, voy a ese lugar. «Es la casa de los Nara», me digo. Continúo adentrándome, hasta que veo a uno de mis grandes amigos llorar. No comprendo el porqué de sus lágrimas, hasta que recuerdo. «Asuma-sensei.»

(...)

Después de volver de golpe a mi cuerpo, me teletransporté con todo mi ser al cementerio de la Hoja. Ahora mismo, estoy viendo la tumba del mejor amigo de mi madre.

—Asuma-sensei...

Unas lágrimas caen de mis ojos. «Aunque intente con todas mis fuerzas, mis amigos de la Hoja siempre se mantendrán en mi corazón. Jamás podré romper ese lazo.»

Dejo las rosas que tomé del bosque y las coloco en su lápida. «Ojalá pudiera quedarme más tiempo...»

—Gracias, Asuma-sensei —digo al aire, esperando que me escuche—, y no lo digo solamente porque me ayudó años atrás con mi kekkei genkai. La verdad es... que le agradezco por ser amigo de mi madre cuando nadie lo fue. Usted sabía del Seisujikan, y aun así se quedó con ella. Gracias.

Le sonrío, aunque sé que no podría verme. Una lágrima más cae, justo en el momento en el que alguien se posiciona detrás de mí.

—¿Quién eres?

La voz de aquel chico tiene su tono típico de fastidio.

—Conocida de Asuma —respondo. No miento, mas evado la verdad.

Me alejo de la tumba del gran shinobi que murió recientemente, evitando que Shikamaru vea mi rostro. Llego hasta el bosque y me giro, solo para asegurarme que Shikamaru no se ha movido. Y así es, él se ha hincado para hablar a solas con su maestro. «Lo siento, Equipo 10.»

Cierro los ojos y vuelvo abrirlos, apareciendo de vuelta en la guarida de Orochimaru. Camino por los pasillos de vuelta a mi dormitorio, con la esperanza de por fin descansar y recuperarme; sin embargo, me encuentro con Sasuke a medio camino. Me toma del brazo con fuerza y comienza a tirar de mí.

—¿Qué ocurre? —le pregunto, siguiéndolo.

—Maté a Orochimaru. Tengo un mejor plan.

«Así que ya ha comenzado.»

Al ver que no me opongo —ni siquiera comento sobre la muerte del sannin—, él se detiene y me hace mirarlo a los ojos.

—¿Sabes de qué hablo? —Sus ojos negros brillan incluso en la oscuridad.

—Hablas como si no me conocieras, Uchiha —digo, pero no le satisface mi respuesta—. Me informé bastante antes de llegar aquí, y puedo seguir haciéndolo: descubrí una forma.

—Entonces, ¿sabes si mi plan funcionará? —Me quedo mirando sus ojos, sin saber si responderle o no con la verdad—. ¡Responde!

Me sorprendo por la forma en la que me habla.

—No lo sé —miento.

Me suelta los brazos y continúa con el camino.

—No te quedes parada. Ya sabes qué busco.

Obligo a mis pies moverse, aunque me duela la manera en la que Sasuke me dirige la palabra. «Jamás me has tratado así, Sasuke», digo en mi cabeza, viendo al Uchiha en frente de mí.

Un Gélido IncendioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora