68. Emociones hechas lágrimas

714 80 9
                                    

La figura de Sasuke desaparece completamente de nuestra vista y mi padre se retira a no-sé-dónde. Por mí, me iría de regreso al hospital, pero mi cuerpo me duele demasiado para poder regresar por mi cuenta; por lo que espero con paciencia a que Sakura decida alejarse de la puerta donde Sasuke le ha declarado su amor de una manera privada y especial.

—______ —escucho la temblorosa voz de Sakura a mi lado. Me giro a verla—. Había veces en que te envidiaba, ¿sabes? Era algo tonto, lo sé. Pero no había ni un día en que no pensara en ustedes dos juntos y... No sé, sentía envidia.

—¿Hablas de Sasuke y yo? —inquiero, con confusión. Ella asiente con su cabeza, lentamente—. No digas eso... Él... Ya no me pertenece su corazón —afirmo—...; ahora, es tuyo.

Sakura me mira sorprendida y ruborizada. Un recuerdo aparece en mi mente, de cuando yo era novia de Sasuke y Sakura le gritaba a los cuatro vientos su amor por el Uchiha. Me sentía celosa, pero ahora me da gracia todas mis acciones de aquel entonces. Así que suelto una pequeña risa.

—Sakura... La ternura con la que Sasuke te mira es... inigualable. —Ella desvía su mirada y noto que su rostro está cual jitomate—. ¿Sabes? Sasuke está totalmente enamorado de ti, lo sé. Jamás me vio de la manera en que te mira a ti. Jamás me apreció de la manera en que te aprecia a ti. Jamás me quiso de la manera en que te quiere a ti. Lo que siente él por ti no se compara ni en lo más mínimo con lo que sintió por mí. Lo has enamorado de la manera que yo no pude, Sakura Haruno. Estoy segura de que, en cuanto regrese, tú y él podrán ser felices al fin.

Ella me abraza sin que lo espere. Siento cómo mi hombro se humedece y llevo mis manos hasta su espalda, consolándola.

—Gracias, ______ —susurra con la voz entrecortada.

—Volvamos al hospital —le digo—. Me duele todo.

Ella suelta una risita y me ayuda a regresar al hospital.

(...)

Esquivo por milésima vez lo que Tsunade me arroja a la cabeza.

—¡Si sigue haciendo eso, me lastimaré más! —exclamo.

Por la ventana veo los asustados rostros de Sakura y mi padre, que han acompañado a Tsunade hasta aquí para mi chequeo.

—¡¿Cómo se te ocurre salir del hospital, sin autorización y justo cuando acabas de despertar?! —me grita.

—¡L-Lo siento! ¡Tenía cosas que hacer!

Miro por la ventana para que alguno de los dos espectadores me ayude, pero los dos niegan con la cabeza repetidamente. Siento el golpe de una almohada en mi cabeza y veo cómo mi cabello vuela por el aire.

—¡Niña tonta! —me reprende Tsunade.

—¡Pero así me quiere!

Tsunade suelta un frustrado suspiro. Luego, se sienta en el sofá. Me coloco al otro lado de la habitación, sosteniendo una almohada como escudo.

—¿Entonces...? —inquiero ante la situación.

—Te quedarás tres días más —me dice—. Tu cuerpo está sanando con rapidez, pero te recomendaría que no te esfuerces mucho ni que te agites.

—De acuerdo.

—¿Estás consciente de que utilizaste muchísimo de tu chakra en la guerra, cierto?

—Lo sé, pero era necesario.

—Ayudaste bastante, ______... Tal vez te merezcas algún reconocimiento.

Suelto la almohada por la sorpresa y Tsunade me mira con una sonrisa. Hace una seña con su mano y la puerta se abre, dejando ver a mi padre seguido por la pelirrosa.

Un Gélido IncendioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora