5. Movimiento erróneo

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Al estar en frente del sannin, Sasuke se coloca a mi lado y me toma del brazo. Aunque sea un notorio gesto, nadie le presta atención. «Seguramente no lo miran porque Sasuke podría matar a todo aquel que lo haga quedar en ridículo».

—Me impresionas, Hatake —me halaga—. Ahora, te dejaré que vayas en una misión.

Me cruzo de brazos y apoyo mi peso en un pie; acto algo complicado tomando en cuenta que mi azabache no suelta mi brazo ni deja de apegarme a él cada que me alejo un centímetro.

—¿Qué es lo que quieres? —inquiero.

Kabuto me muestra una sonrisa y cierra los ojos, esperando oír las palabras de su jefe. Éste último me sonríe con malicia y alza el mentón, con aire de autoridad.

—Irás a la Aldea de la Hoja por un libro de jutsus prohibidos.

Mi cuerpo entero se tensa y abro los ojos como platos. Bajo la mirada, evitando que los tres varones delante de mí noten mi actitud. Sería un punto menos a mi favor.

—Usarás un jutsu de transformación —me ordena Kabuto—; pero en dado caso que eso falle, tendrás puesta una máscara.

—¿Y por qué eso? —pregunta Moitse.

—La última vez que nuestra querida chica Hatake salió de la aldea, lo hizo sin permiso oficial —le explica.

Un recuerdo fugaz aparece en mi mente sobre la primera vez que salí de la aldea sin permiso.

«—¡Ella no es una traidora! —le escupe mi padre, en pose defensiva.

Los tres ancianos lo miran de mala gana.

—Aunque no supiera si fuera o no a traicionarnos, ¡ni siquiera ella debió de salir! —le reprende Homura—. De no ser porque ayudó a ninjas de la aldea, contribuyó al hallazgo de la nueva Hokage y volvió a la Hoja, entonces ya la habríamos marcado como una kunoichi renegada.

El tema de un ninja desertor me recuerda a Sasuke y siento una presión en mi pecho al instante.

—No puedes salir sin permiso de la aldea, otra vez —concluye Tsunade, calmando el ambiente. Ella me mira y me enseña una sonrisa—. Sólo cumple con lo que te digo.»

Esta vez, no volví a la aldea. Esta vez, no hice nada bueno con mi partida. Esta vez, estoy marcada como una desertora.

—Tengo entendido que si se hace eso, el ninja es marcado como desertor. ¿O me equivoco, ______? —me pregunta el peligrís. Trago saliva con dificultad—. Sasuke está en la misma situación que tú, y podríamos mandarlo a él; pero tú podrías escapar con solo desear estar a salvo, lo que te convierte en la mejor espía.

—¿Tienes tus cosas listas, ______? —me pregunta el jefe. Asiento con la cabeza—. Sal en seguida hacia la Hoja.

Los tres varones se giran y comienzan a caminar hacia la guarida, dejándonos a Sasuke y a mí solos. Mantengo mi firme posición hasta que sus figuras dejan de verse y Sasuke se coloca en frente de mí; entonces, suelto el aire que estuve conteniendo.

—¿Estás bien? —me pregunta, buscando mi mirada.

—Sí —miento. «Mis intenciones no eran volver a la aldea». Vuelvo a mi postura original, la fría y cortante—. Ya corté los lazos, ¿recuerdas?

Sasuke no responde, pero posa sus labios en mi mejilla. Hecho esto, sujeta mi mano con fuerza unos segundos y luego se aleja. Acomodo mi cabello y corto un pedazo de tela de la ropa de un hombre al que derroté segundos atrás. La coloco de manera que cubra mi nariz y boca; luego, me transformo en el mismo hombre al que le corté la tela. Cuando estoy lista, cierro los ojos y recuerdo con detenimiento el camino hacia la entrada a la aldea. Siento una leve agitación y abro los ojos: a unos metros está la entrada.

Me escondo detrás de unos árboles y me siento en posición de loto. Vuelvo a cerrar los ojos y transporto mi mente a la oficina de la Hokage. Cuando aparezco, noto que Tsunade está ahí, viendo unos papeles. Siento una punzada con solo pensar que la estoy traicionando, pero la ignoro. Paseo en el aire alrededor de los libreros de la oficina, hasta encontrar un libro blanco con letras tintas que dice «Jutsus prohibidos». Mi mente vuelve a mi cuerpo y decido actuar con rapidez. Me transporto fuera de la oficina, sin importarme que pueda encontrarme con algún otro shinobi que haga guardia. Por suerte, nadie está cerca. «Sería más fácil si yo fuera un ninja sensorial».

Ignoro mis pensamientos y abro la puerta. La Hokage me mira con extrañeza, pero luego su mirada se torna fría y dura al no reconocer el rostro que tengo. «¿Cómo no, si estoy usando una transformación?».

—¿Quién eres? —me pregunta con suma seriedad.

Cierro la puerta detrás de mí y coloco el seguro. «Lo último que espero es que piense que la atacaré sexualmente solo por lo que acabo de hacer, añadiendo que estoy transformada en hombre».

—¿Quién eres y qué quieres? —vuelve a preguntar; pero esta vez, se levanta de su escritorio.

—Eso no te incumbe —hablo con la voz del hombre.

—¡Claro que me incumbe, si estás en mi oficina!

Escucho pasos detrás de la puerta. «Seguramente, sus gritos llamaron la atención». Doy unos pasos hacia la rubia que tengo en frente, con miedo a que me golpeé. Busco con la mirada el libro que vi con anterioridad. En el estante a mi izquierda lo encuentro, entre dos libros gruesos. La puerta se abre de golpe, rompiendo el seguro. Sin esperar a ver quién la abrió, corro hasta el libro y lo tomo, guardándolo en la bolsa que llevo puesta. Me giro y veo a dos shinobi de la Hoja que intentan atacarme. Golpeo con facilidad sus rostros, haciendo que caigan inconscientes al suelo. Cuando me dispongo a salir en busca de algún lugar seguro para teletransportarme, siento un golpe en la espalda que me manda volando hasta la otra pared. Mi transformación se deshace y caigo de rodillas. Me quedo quieta, dándole la espalda de la rubia que me golpeo.

—¿Transformación? —pregunta para sí misma.

Ahora, lo único que puedo hacer es taijutsu, para no alterar mi chakra. Además, tampoco puedo usar el Seisujikan, ya que sería demasiado obvio que soy yo.

Sin esperar más, apoyo mi cuerpo en mis manos y lanzo mis pies hacia la Hokage, intentando patearla. Con obviedad, fallo y ella retrocede hasta topar con su escritorio. Bajo mi mirada, haciendo que mi cabello caiga encima de mis ojos. Lo único que puedo ver son sus pies. La rubia, sin dudar, vuelve a atacarme. Ahora, yo soy la que retrocede.

Desafortunadamente, uno de sus golpes no logro notarlo, por lo que, inconscientemente, uso el Seisujikan y me teletransporto a su lado. Trago saliva en seco y me quedo quieta, al igual que la rubia. Noto cómo abre sus ojos y baja el brazo. Se gira hacia mí y no me molesto en quitar mi mirada, pues estoy aterrada por el error que cometí.

—La única que podría evitar un golpe así es...

«Mierda».

—Natsuki.

«¿Mi madre?»

Un Gélido IncendioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora