40. Isla peligrosa

737 79 13
                                    

Naruto y yo volvemos a la enorme casa de colores tenues a eso de la media noche. Intentamos no reír de nuestros torpes pasos a causa de la escasa luz, ya que podríamos despertar a los que duermen alrededor.

—¡Chist! —exclamo en un susurro, cuando Naruto tropieza con un jarrón—. Te van a escuchar.

—Eso me recuerda lo que dijiste la noche en que te di tu regalo de cumpleaños, acerca de los vecinos —dice riendo.

Me sonrojo a niveles extremos, pero agradezco que no haya casi ninguna luz. Así, Naruto no me ve con el rostro cual tomate.

De repente, una puerta se abre y la luz nos ilumina a ambos.

—¡¿Qué hacen despiertos?! —nos grita el capitán mader... Yamato.

Pone una cara escalofriante mientras nos mira fijamente. Retrocedo hasta chocar con el jarrón y tirarlo. Por suerte, Yamato reacciona rápido y lo atrapa. Luego suelta un suspiro de alivio y cansancio.

—Vayan a dormir —nos ordena—. Mañana tenemos que hacer muchas cosas.

Me pongo en posición de soldado, con una mano en mi frente.

—¡Sí, señor!

Naruto y yo reímos por mi comportamiento. Yamato nos vuelve a mirar de la anterior manera (aquella mirada escalofriante) y ambos salimos corriendo hacia nuestras habitaciones. Cuando llegamos a la mía, nos detenemos y recuperamos el aliento. Después volvemos a reír.

—“Vayan a dormir” —digo imitando la voz del hombre-madera—, “mañana tenemos que hacer muchas cosas”.

Naruto ríe de mi pésima imitación y lo acompaño poco después. Varios segundos más tarde, nos detenemos y seco unas pequeñas lágrimas que salieron por reírme tanto. Miro mi puerta y después a Naruto.

—Te veo mañana, ¿sí? —le digo con una sonrisa que no muestra los dientes, pero que es muy sincera.

—Estaré esperándote, de veras.

Abro mi puerta y entro en la habitación. Vacilo si cerrarla o no, pero Naruto coloca una mano en ésta y la detiene, incluso antes de que haga el ademán de cerrarla. Pone su otra mano en mi hombro y tira de mí hasta encerrarme entre sus brazos. Le devuelvo el abrazo al instante.

—Buenas noches, novia —dice con un tono que no puedo definir.

Suelto una pequeña y tímida risa.

—Buenas noches, novio.

Le doy un corto beso en los labios y cierro la puerta. Después me aviento sobre la cama y me duermo casi al instante.

(...)

Al día siguiente, me preparo con mi ropa de siempre y ajusto mejor mi banda ninja roja. Es como si estuviera de mejor humor desde que Naruto y yo nos volvimos una pareja oficial. Hasta me parece que el día está más alegre.

—¡Bien! —exclamo y coloco mis manos en mi cintura—. Hora de trabajar.

Salgo de mi dormitorio y camino hasta la cocina, ya que mi estómago ruge como si no hubiera probado alimento alguno desde hace casi un día.

Ah, cierto. Así fue.

Al llegar, veo de nuevo al hombre del día anterior. El de piel de chocolate y cabello descolorido, como la piel de Sai... «Espera, ¿qué?»

—Buenos días —saludo al entrar.

Me acerco hasta donde sirven la comida y me sirvo un poco. Se parece a las cafeterías de la dimensión donde me crie, donde hay varios cubículos pequeños con diferentes comidas.

Un Gélido IncendioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora