19. La Hatake desconsolada

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Caigo de rodillas ante la inminente situación. No lloro porque no tengo la fuerza, no corro porque no tengo conciencia. Estoy paralizada, con los ojos muy abiertos ante la escena. Observo con detenimiento el cuerpo de mi padre mientras que Chouji destruye al Pain que lo atacó. Cuando solo quedan pedazos de metal (que constituían a ese Pain), me levanto del suelo y camino hacia mi padre, tambaleándome. Llego hasta su lado y las lágrimas salen de mis ojos sin permiso.

—Ojalá hubiera tenido más tiempo contigo y ser una familia...

Mi voz termina apagándose al final. Cierro los ojos y comienzo a sollozar. Mi respiración se agita y mi cuerpo tiembla.

—______, debemos irnos —escucho la voz de Chouji.

Seco mis lágrimas y, aunque no quiera, me levanto y me dirijo hacia mi amigo Akimichi.

—______, Chouji —dice una débil voz.

Me detengo en seco al reconocerla y me giro con velocidad.

—¡Papá!

Corro hacia él al darme cuenta que está vivo, que respira y me mira con una sonrisa en el rostro (claro, que solo se nota porque sus ojos se achican). Envuelvo la única parte de su cuerpo visible con mis brazos y lloro, ocultando mi rostro entre su cuello y su hombro.

—Pensé que habías muerto —sollozo.

—Ojalá pudiera abrazarte, hija —me dice y suelta un gemido de dolor por mi fuerza. Me separo al instante.

—L-lo lamento...

—Te he extrañado, ______.

—Y yo a ti, papá. —Una sonrisa se forma en mi rostro y más lágrimas escapan.

—Te lastimaron —dice viendo mi ojo ciego.

—Eso no importa ahora —digo cubriendo mi cicatriz con la mano—. ¿Y Takeshi? —recuerdo a mi hermano menor.

—En una misión —responde con dificultad.

—Ojalá él estuviera aquí para un reencuentro... Así, la familia estaría completa —le digo con una sonrisa.

La mirada de mi padre cambia al instante en que digo esas palabras. No comprendo, pero dejo mis dudas cuando dice:

—Deben irse —se dirige a Chouji.

Bajo mi mano de golpe y lo miro con los ojos muy abiertos. «Recién lo veo después de tres años y ¿quiere que me vaya?».

—Chouji, dile a la Hokage lo que descubrimos sobre Pain —ordena y toce un poco—. Llévate a ______.

—¿Qué? —pregunto, incrédula—. ¡No! Apenas te encontré después de tres años... ¡No planeo dejarte otra vez!

Mi padre me mira por primera vez desde que ordenó que nos fuéramos. Su mirada denota tristeza y dolor, al igual que alegría por verme. Estoy confundida.

—Escucha, ______ —dice con su tono compresivo de padre—... Antes de que nada, quisiera darte algo que he estado guardando para ti desde que te fuiste.

«¿Esta pequeña conversación es el comienzo de una despedida?»

—Busca dentro de mi chaleco, por favor —me pide.

Asiento con la cabeza y llevo mis manos hasta el chaleco verde que cubre su cuerpo. Bajo el cierre con cuidado, para no lastimarlo, y lo abro lo más posible. Observo con detenimiento el interior del chaleco y diviso una pequeña bolsa cerca del pecho, en el lado que cubre el corazón. Meto mi mano en la bolsa y siento un metal al instante, lo que provoca que me detenga. Tomo el metal en mi mano y lo saco con cuidado, aunque logro lastimar un poco a mi padre. Entreabro mis labios al ver el objeto que mi padre cuidó por años.

Un Gélido IncendioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora