37. Una llama congelada

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Dejo que mis lágrimas caigan mientras escucho cómo se alejan.

—¡______! —escucho una singular voz llamarme.

—¿Naruto?

Lo que me sostenía se rompe en mil pedazos y caigo en los brazos de alguien. Me echa agua al rostro y me quito el exceso. Ahí es cuando veo sus azulados ojos que se fijan en mí.

—¿Qué sucedió? ¿Y Sai? —me pregunta.

—¡¿Dónde estabas?! —le grito mientras golpeo su pecho.

—Me atacaron de camino aquí y me entretuve —me dice—. ¡¿Dónde está Sai?!

—Se lo llevaron —respondo al ponerme de pie. Tomo el pergamino y mis cosas—. Vamos por él, no deben estar lejos.

Naruto asiente con la cabeza y ambos comenzamos a saltar entre los árboles.

—Los que me atacaron tenían naturaleza de tierra y usaban técnicas de rango chuunin o mayor —le informo—. Nos atacaron ocho y derroté a tres. Pero otros tres me atacaron al mismo tiempo y no pude ayudar a Sai.

—Tranquila —me dice al ver que comienzo a derramar unas lágrimas—. Recuperaremos a Sai, de veras.

Asiento con la cabeza y seco mis lágrimas. A lo lejos comenzamos a divisar unas figuras; entre ellos, a Sai.

—Los distraeré —le digo—. Tú prepara el ataque principal.

—Lo tengo. Ve por Sai cuando escuches mi señal. El plan será genial, ¡de veras!

Sonrío a causa de su emoción y uso mi Seisujikan para acercarme con mayor velocidad. Llego y arrojo una cantimplora abierta; ellos lo notan, pero soy más rápida y hago unos sellos de mano.

—¡Estilo de agua, jutsu: muro de agua! —digo.

Caigo al suelo y, al mismo tiempo, estrello mis manos contra éste. Un muro sale del suelo, formado del agua que contiene la nieve, del agua de la cantimplora y de mi chakra. Los cinco ninjas se ven obligados a detenerse y mirarme. Me sonríen cínicamente.

—¿Acaso vienes por tu amigo? —me pregunta uno de ellos.

«Naruto, aparece ya».

El ninja agita en su brazo a un Sai inconsciente. Esto hace que me enfurezca. Visualizo todo lo que rodea a mis enemigos.

—¡Ahora, ______! —escucho la voz de Naruto.

«¿Es la señal?»

—¡Rasengan!

«Es la señal».

Junto sustancia y me transporto al lado del enemigo que sostiene a Sai. Lo golpeo en el estómago y suelta a Sai. Tomo al azabache en mis brazos y lo toco con la sustancia; me vuelvo a transportar al lugar que estaba antes, mientras veo cómo varios clones de Naruto atacan a cada ninja con un rasengan. Ocurre una pequeña explosión que levanta mucha tierra. Cuando todo se calma, veo al enemigo inconsciente, así que me dedico a despertar a Sai.

Le doy un golpe en la cara.

—¡Auch! —se queja y despierta—. Hola, ojos lindos...

Lo fulmino con la mirada y lo dejo caer.

—Naruto y yo te salvamos —le comento.

—Gracias.

—De nada —digo en un bufido.

«Hablando de Naruto... ¿Dónde estará?»

—¿Te gusto? —escucho a Sai hablarme.

Me paralizo al escucharlo, pero suspiro y me relajo al recordar lo que ocurrió la última vez.

Un Gélido IncendioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora