Moneda de cambio [COMPLETA]

38 - Espérame... por favor...

-Es cierto?-

-Qué cosa?-

-Que estas embarazada...-

Java miró a Eugene, extrañada y desconcertada por la pregunta que acababa de hacerle. Desde que había llegado a Alexandria, apenas si habían cruzado algunas palabras, pues ella seguía desconfiando de él, porque a pesar que le habían explicado en más de una oportunidad que Negan lo había llevado por la fuerza a El Santuario, cuando ella lo había visto allí no parecía que estuviese en contra de su voluntad.... Muy por el contrario, Eugene parecía muy a gusto con el hecho de ser colaborador de aquel sádico.

-¿En serio? ¿Vamos a ponernos a platicar como viejas amigas en medio de una puta guerra? ¿Quieres también que te traiga una tacita de té y scons? –

-Lo es o no? Estas embarazada?-

Java resopló. Al menos desde que le puso un arma en las manos y lo arrastró hacia el enfrentamiento, él no había tratado de huir, tenía que reconocerle el mérito. Le había hecho caso en cada indicación, y disparaba contra los walkers y contra los hombres de Negan con más puntería de la que se imaginó a primera vista que aquel hombre tendría.

-Sí. Es cierto. Me acabo de enterar.-

Eugene la observó con silencioso respeto, le parecía increíble que aquella mujer que temblaba llena de cardenales y en evidente estado de shock cuando la vio por primera vez, fuese la misma que estaba allí, plantada de cara ante la muerte.

-No tienes miedo?

-Baja la voz, gilipollas!... me cago en todos tus muertos, Eugene! Es que no piensas callarte? Sí, tengo miedo, por este bebé, por Daryl, porque no quiero morir, porque no quiero que ninguno de aquí muera, incluso tú... pero si dejo que el miedo me paralice estaré muerta de todas formas... lo que hacemos con el miedo es lo que nos define... Pero vamos... basta de plática... sigamos moviéndonos...

+++++++++++++

Un frío sudor le recorría la espalda, mientras la moto bramaba furiosa entre sus piernas. Esto no podía estar ocurriendo, era como si una vez más estuviese atrapado en una de sus pesadillas, y el sólo hecho de pensar que quizás ya no quedase nada de todo lo que le importaba, del único lugar que había logrado transformase en un hogar para él, lo estaba trastornando. Sentía la garganta reseca, los músculos engarrotados, y en frente de él flotaba el rostro de Java, se agolpaban sus gestos ante sus ojos, podía ver su imagen sonriente, o con el ceño fruncido como cuando se enojaba, también estaba allí, con su mirada llena de ternura... y sintió su interior resquebrajarse, cuando un desfile de dolor comenzó a aguijonearlo. Había otros rostros llenos de dolor, de malos recuerdos, que atormentándolo lo perseguían, imágenes que quería olvidar, ella también aparecía ante él con sus ojos aterrorizados, llenos de lágrimas, de cardenales...