7 - Solos

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Trató de comenzar a moverse, y un quejido se le escapó de los labios. Un instante después el arquero ya se había acercado a ella, y acuclillándose al lado de la cama, quedando a la altura de sus ojos, la observó con evidente preocupación e intensidad.

-Shhhh... no te muevas- Le dijo en voz baja, un murmullo que era casi una caricia. Ella abrió los ojos un poco más, y se quedó mirándolo, tratando de encontrar respuestas en ese profundo mar azul de su mirada.

-Tengo sed- susurró ella, después de un momento. Daryl buscó un poco de agua que había dejado cerca, y con toda delicadeza le acercó el recipiente a los labios, inclinándolo con suavidad para que ella pudiese beber. Dos, tres sorbos, y retiró el vaso.

Reconfortada por haber bebido, su mente empezó a despejarse y a tratar de ordenar la información que poseía.

-Qué pasó? -

Daryl la recorrió con la mirada. Le sacó el paño de la frente, y la tocó, pero no notó que tuviese fiebre. Eso era bueno.

-Te interpusiste entre Michonne y Carl cuando él disparó ese maldito cacharro. El ácido te dio en la espalda, y luego te desmayaste.-

Todo eso era lo último que ella recordaba. Pero seguía sin saber qué había pasado después, cómo había llegado hasta su habitación, por qué él estaba allí, cuidándola...

-Continúa, por favor....- insistió, su voz era casi un ruego.

Daryl estaba incómodo, no acostumbraba a hablar demasiado y menos aún a dar explicaciones, pero sin embargo sentía que de alguna manera, le debía demasiado ya.

-Te limpié la herida con agua. Es lo único que sé que combate el ácido. Luego te puse un emplaste con una hierba que tienes en la azotea. Eso te curará.- terminó escuetamente de explicar.

Java experimentó una inesperada oleada de gratitud, lo había humillado frente a su grupo, y casi lo había abofeteado, y sin embargo él estaba allí, junto a ella, y no solamente la había curado, además la estaba cuidando. Sentía muchos deseos de tomarle la mano, quería brindarle al menos un gesto que expresara lo que significaba para ella sentirse de alguna manera protegida. Después de tantos meses de soledad, ya había olvidado esa grata sensación.

Intento moverse, pero él se lo impidió, con suavidad pero con firme determinación. A pesar del dolor en su espalda, pudo pasarlo por alto y concentrarse en la calidez y dulzura de su mano. Allí, en ese mismo instante, ella comprendió que cada movimiento que ese hombre hacía estaba profundamente cargado de significado. Recordó que cuando lo cuando lo vio por primera vez, había pensado que era un tío con buen cuerpo pero sin más utilidad que la que se le da a una herramienta, pero mientras se miraban, se dio cuenta que esa piel, esa piel sería su perdición. Ella le sonrió. Y casi sin notarlo, comenzó a caer en un ensueño tranquilo, quizás simplemente porque se sintió protegida después de tanto infierno.

Moneda de cambio [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora